Dos cosas importantes están entrelazadas dentro del tejido de toda esta profecía.
Una concierne al destino de la nación, y la otra concierne a los sentimientos del profeta;
y ambas son instructivas.
Introducción a las devociones de agosto
Imagínate a ti mismo como un predicador. Imagínate cómo te sentirías si nadie te escuchara y la persecución te acosa a cada paso del camino. Te sientes abandonado y solo; todos tus amigos te dan la espalda. Si intentas rendirte y te niegas a ser este tipo de predicador, encuentras que no te puedes rendir, que la Palabra de Dios te arde en los huesos, y tienes que hablar, quieras o no.
Ahora, quizás, puedas entender por qué Jeremías, de todos los profetas, era sin duda el más heroico. Isaías escribió pasajes más exaltados y quizás vio más precisamente la venida del Mesías y la plenitud de Su obra. Otros profetas hablaron más precisamente en cuanto a algunos de los acontecimientos venideros que habían de ser cumplidos, pero Jeremías es espectacular entre los profetas como un hombre heroico, de valor intrépido. Por muchos años padeció este tipo de persecución en su vida sin darse por rendido. Al leer este libro puedes ver aquí a un hombre extraordinario.
Jeremías vivió en los últimos días de una nación en descomposición. Era el último profeta a Judá, el reino sureño. Judá continuó después de que las diez tribus del norte fueron llevadas en cautiverio bajo Asiria. (Isaías profetizó como sesenta años antes de Jeremías.) Jeremías llega a la conclusión del reinado del último buen rey de Judá, el rey niño Josías, quien lideró el último avivamiento que experimentó la nación antes de que se fuera llevada en cautiverio. Este avivamiento bajo el rey Josías fue un asunto un tanto superficial; de hecho el profeta Hilcías le había dicho que aunque el pueblo le seguía en este intento de reformar a la nación y de volver a Dios, sólo lo harían porque le querían a él y no porque quisieran a Dios.
Jeremías, entonces, llega justo a la mitad del reinado del rey Josías, y su ministerio nos lleva a través del reinado del rey Joacaz, quien estuvo en el trono tan sólo unos tres meses. Y después vino el rey Joacim, uno de los reyes más malvados de Judá, y entonces vienen los tres meses de reinado de Joaquín, que fue capturado por Nabucodonosor y llevado en cautiverio a Babilonia. Y Jeremías todavía estaba presente en el tiempo del último rey, Sedequías, al final de cuyo reino Nabucodonosor regresó, destruyendo completamente la ciudad de Jerusalén y llevándose a la nación entera al cautiverio babilonio.
El ministerio de Jeremías cubre unos cuarenta años, y durante todo este tiempo el profeta no vio ni una sola señal de éxito en su ministerio. Su mensaje fue uno de denunciación y reforma, y el pueblo nunca le obedeció. Los otros profetas vieron alguna medida del impacto de su mensaje sobre la nación, pero no Jeremías. Fue llamado a un ministerio de fracaso, y sin embargo fue habilitado para seguir adelante durante cuarenta largos años y a ser fiel a Dios y a llevar a cabo el propósito de Dios: el ser testigo de la nación descompuesta.