Le dirás: “Así ha dicho Jehová: Yo destruyo a los que edifiqué y arranco a los que planté, esto es, a toda esta tierra, ¿y tú buscas para ti grandezas? ¡No las busques!, porque he aquí que yo traigo mal sobre todo ser viviente, ha dicho Jehová; pero a ti te daré la vida por botín en cualquier lugar adonde vayas”.
Jeremías 45:4-5
¿Cuál es la raíz de todos los problemas con la carne? Es el buscar grandes cosas para nosotros mismos. Eso es lo que está tras la ingenuidad, la venganza secreta, la traición y el asesinato, el temor injustificable, el engaño piadoso, la esperanza infundada, la rebelión insolente; todas estas surgen de un corazón que desea tener la gloria que le pertenece a Dios. Ése es el problema básico, ¿no es cierto? Al ver todo esto nos decimos a nosotros mismos: “¿Quién es suficiente para todas estas cosas? ¿Cómo podemos ganar contra este enemigo interior?”. La única respuesta, por supuesto, es la cruz y la resurrección de Jesús. Esto es lo único que ha podido tratar con la carne en la vida del hombre; la cruz que lo da muerte; la resurrección que provee otra vida en su lugar. Ésa es la gloria del evangelio.
Cerca de Watsonville, California, hay un arroyo que tiene un nombre extraño: Salsi Puedes. Salsi Puedes significa “sal, si puedes”. Este arroyo está lleno de arenas movedizas, y la historia es que hace muchos años, en los días tempranos de California, un trabajador mexicano se cayó en las arenas movedizas. Un español, montado en un caballo, le vio y le gritó: “¡Sal, si puedes!”, lo cual no le era de mucha ayuda. Este arroyo ha tenido ese nombre desde entonces.
Es así como es la carne. Luchamos para corregir estas tendencias nosotros mismos, pero no podemos hacerlo. Es por eso que la palabra de Jeremías en el capítulo 10 nos viene a la mente de nuevo. Dijo: “¡Conozco, Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos!” (Jeremías 10:23). Y somos llevados de nuevo a la sabiduría de los Proverbios: “Confía en Jehová con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y él hará derechas tus veredas” (Proverbios 3:5-6).
Ninguna otra cosa lo hará. Tu propio corazón te engañará. Si sigues tus propios deseos, tus propios gustos, acabarás atrapado. Sólo la sabiduría de la Palabra, sólo un honesto reconocimiento de lo que está ocurriendo en tu vida será suficiente. Tráeselo a Dios y díselo todo, y confía que Él hará morir tu carne en Su cruz. Y depende en Su resurrección para vivir de ahí en adelante, sobre Su poder y Su gracia para guiar tu camino. Es Su conocimiento de esta tendencia de la carne que llevó al Señor a incluir en la oración del Señor la pequeña frase que oro todos los días, y espero que tú también lo hagas: “No nos metas en tentación”.
Padre, te pido que efectivamente me guíes lejos de la tentación. Guíame lejos de esta cosa malvada dentro de mí de la cual no puedo escapar. Líbrame del mal por el poder de la obra redentora de Jesucristo.
Aplicación a la vida
¿Cuáles son las características identificadoras de la carne? ¿Hemos aprendido a reconocer la raíz del problema? ¿Estamos escogiendo la gloria de Dios en vez de la nuestra, Su poder en lugar de nuestra debilidad?