Tú, pues, ciñe tu cintura, levántate y háblales todo cuanto te mande. No te amedrentes delante de ellos, para que yo no te amedrente en su presencia. Porque yo te he puesto en este día como ciudad fortificada, como columna de hierro y como muro de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, sus príncipes, sus sacerdotes y el pueblo de la tierra. Pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo, dice Jehová, para librarte.
Jeremías 1:16-19
Recuerdo que cuando era un niño en la escuela secundaria, con dieciséis años, fui arrestado una vez: me sirvieron una orden de arresto porque se alegó, equivocadamente, y se demostró, que había estado cazando fuera de temporada. Me acuerdo todavía lo aterrador que fue recibir esa orden para mi arresto, el abrirlo y leer estas palabras: “La gente del estado de Montana contra Ray C. Stedman”. Pensé: “¡Qué probabilidades tan injustas! ¡La población entera del estado de Montana contra mí!”.
Es a esto que el profeta Jeremías había de enfrentarse. Toda la gente de la tierra, y sus reyes y sacerdotes, estarían contra él. Pero Dios dijo: “No te preocupes; quedarás en pie. Yo te haré piedra y hierro y bronce contra ellos. Nada te sacudirá”. Y la cosa asombrosa es que aunque este hombre joven fue echado en la prisión, puesto en un calabozo donde estaba atrapado en el barro, puesto a una dieta de pan y agua; aunque fue condenado al ostracismo y aislado, dejado de lado, rechazado e insultado, y finalmente exiliado a Egipto, ni una sola vez que Dios le pidió que hablara falló en decir la cosa que Dios le había dicho que dijera. ¡Qué valor más extraordinario exhibió este hombre joven!
Sin embargo, a través de todo, aprendió cuatro cosas: Aprendió la soberanía de Dios, Su control sobre las naciones de la tierra. Aprendió la implacabilidad de Dios, cuyos juicios serían sin misericordia contra Su pueblo, quienes persistían en darle la espalda. Aprendió la fidelidad de Dios al siempre cumplir Su Palabra, sin importar qué era lo que se había dicho. Finalmente, aprendió a sufrir con el corazón de Dios, la ternura de Dios. Este hombre sufrió, lloró. Perdió la esperanza durante un rato y gimió: “¡Ojalá que nunca hubiese nacido!”. Sintió el horrible dolor de su pueblo, y lloró por ellos. Pero a través de todo eso se dio cuenta de que estaba meramente sintiendo el sufrimiento del corazón de Dios sobre el pueblo que le dio de lado y la ternura de Dios que se vuelve a ellos al final, a pesar de su vagar.
Dios todopoderoso, qué agradecido estoy de que, sin importar a lo que me tenga que enfrentar en este mundo, Tú me darás la gracia para poder enfrentarlo.
Aplicación a la vida
¿Queremos meramente saber sobre Dios, o queremos conocer a Dios íntimamente? ¿Cuál fue el proceso mediante el cual Jeremías aprendió los cuatro elementos esenciales del carácter de Dios? ¿Cómo fortaleció este conocimiento a Jeremías para poder superar incesantes pruebas y dificultades?