Palabra de Jehová que vino a Jeremías, diciendo: “Levántate y desciende a casa del alfarero, y allí te haré oir mis palabras”. Descendí a casa del alfarero, y hallé que él estaba trabajando en el torno. Y la vasija de barro que él hacía se echó a perder en sus manos, pero él volvió a hacer otra vasija, según le pareció mejor hacerla.
Jeremías 18:1-4
Hemos comentado en los mensajes previos sobre las muchas cosas que Dios utiliza para enseñar a Su pueblo, estas extraordinarias ayudas visuales que aparecen de vez en cuando en el libro, mediante las cuales Dios imparte lecciones a este profeta. Jeremías fue mandado a la casa del alfarero, y allí vio tres simples cosas, expresándole una fantástica lección. Quizás hayas observado las mismas cosas que Jeremías vio, porque el arte de hacer una vasija no ha cambiado en todos estos siglos. La rueda ahora funciona con un motor eléctrico, pero ésa es la única diferencia. Incluso esto es controlado por el pie del alfarero. El barro es el mismo que siempre ha sido. El alfarero es el mismo, con sus capaces manos, trabajando para darle forma al barro para formarla en la vasija que tiene pensada.
¿Qué es lo que vio Jeremías en esta lección? Primero estaba el barro. Jeremías supo, al observar al alfarero dando forma y moldeando el barro, que estaba viendo una imagen de sí mismo, y de cada hombre, y de cada nación. Nosotros somos el barro. Tanto Isaías como Zacarías, en el Antiguo Testamento, se juntan con Jeremías en presentar esta imagen del alfarero y el barro. En el Nuevo Testamento tenemos la voz de Pablo en ese gran pasaje en Romanos 9, recordándonos que Dios es el Alfarero y nosotros somos el barro. Así que Jeremías vio el barro siendo formado y moldeado en una vasija. Entonces alguna imperfección en el barro lo estropeó en las manos del alfarero, y el alfarero lo desmenuzó y comenzó de nuevo el proceso de moldearlo en una vasija que le placiera.
Jeremías vio la rueda dando vueltas constantemente, trayendo el barro contra la mano del alfarero. Esa rueda es el símbolo de las circunstancias de la vida dando vueltas, bajo el control del Alfarero, ya que es el pie del alfarero el que guía la rueda. La lección es clara. Al ser nuestra vida formada y moldeada por el Gran Alfarero, son las circunstancias de nuestra vida que nos traen una y otra vez bajo la mano del Alfarero, bajo la presión de los dedos del Alfarero que moldean, para que Él pueda formar la vasija de acuerdo a Su voluntad.
Entonces, Jeremías vio al alfarero. Dios, supo, era el Gran Alfarero, con absoluto derecho sobre el barro para hacerlo lo que Él quisiera que fuera. Pablo argumenta esto con sagaz y clara lógica en Romanos 9: “¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ‘Por qué me has hecho así´? ¿Acaso no tiene potestad el Alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honra y otro para deshonra?” (Romanos 9:20b-21). Claro que lo tiene. La vasija es formada de acuerdo a la imagen en la mente del alfarero.
Así que Jeremías, observando, aprendió que un individuo o nación es el barro en las manos del Gran Alfarero. Tiene derecho soberano para hacerlo lo que Él quiere que sea. Tiene el talento y el diseño para trabajar con el barro y llevarlo a cabo. Si hay alguna imperfección en el barro, algo que daña el diseño y arruina el trabajo, el Alfarero simplemente desmorona el barro a una masa y comienza de nuevo a hacerlo en una vasija de acuerdo a Su propia mente.
Gracias, Padre, por crear a los hombres y formarme a mí. Confío que eres soberano en todo lo que haces, y de que Tu propósito para mí es bueno.
Aplicación a la vida
¿Cuáles tres principios podemos aprender de las ayudas visuales del alfarero y la vasija? ¿Estamos aprendiendo a ser agradecidos por el moldeado que hace el Alfarero de nuestras vasijas terrenales?