Y me dijo Jehová: “No ruegues por el bien de este pueblo. Cuando ayunen, yo no escucharé su clamor, y cuando ofrezcan holocausto y ofrenda no los aceptaré, sino que los consumiré con espada, con hambre y con pestilencia”. Yo dije: “¡Ah, ah, Señor, Jehová!, mira que los profetas les dicen: ‘No veréis espada ni habrá hambre entre vosotros, sino que en este lugar os daré paz verdadera´”.
Jeremías 14:11-13
Jeremías continúa describiendo la tierra: cómo las cisternas no tienen agua, la tierra está seca, no hay lluvia sobre la tierra, las cosechas están marchitas, y los asnos monteses están en pie y jadean, y no hay agua en toda la tierra. Esto es parte del juicio de la mano de Dios.
Una vez más esto suscita preguntas en el corazón de Jeremías. En el versículo 7 pide: “Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, Jehová, ¡actúa por amor de tu nombre!”. ¿Ves lo que está diciendo?: “Entiendo que tienes que juzgar a este pueblo a causa de su maldad, Señor, pero ¿y qué de ti? Tú eres un sanador, tú eres el Dios que puede restaurar a la gente malvada. Actúa por amor de tu nombre”. “Porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado. Tú, la esperanza de Israel, su Salvador en el tiempo de la aflicción, ¿por qué te has hecho como forastero en la tierra, como caminante que se retira para pasar la noche? ¿Por qué eres como un hombre atónito, como un valiente incapaz de librar? Sin embargo, tú estás entre nosotros, Jehová, y sobre nosotros es invocado tu nombre; no nos desampares” (vv.7b-9).
¿Alguna vez has estado en esa posición? Muchos hombres de Dios, en la crónica de las Escrituras, han detenido la mano de Dios en juicio al rogar la gloria de Dios mismo. Moisés lo hizo, Samuel lo hizo, y otros habían estado frente a Dios y habían dicho: “Sin importar cómo somos, Dios, acuérdate de cómo tú eres. Verdaderamente, por amor a tu nombre no dejarás que ocurra esta cosa, no sea que tu nombre sea profanado entre las naciones”. Y éste es el clamor de Jeremías. Ahora, ésa es una gran oración. Jeremías se está comunicando con Dios al nivel más alto de oración posible. Llama a Dios en estos términos al cerrar el capítulo con una elocuente súplica a Dios.
Considera estas palabras, comenzando con el versículo 19: “¿Has desechado del todo a Judá? ¿Ha aborrecido tu alma a Sión? ¿Por qué hiciste que nos hirieran sin remedio? Esperamos paz, pero no hubo tal bien; tiempo de curación, y he aquí turbación. Reconocemos, Jehová, nuestra impiedad y la iniquidad de nuestros padres, porque contra ti hemos pecado. Por amor de tu nombre, no nos deseches ni deshonres tu glorioso trono; acuérdate, no invalides tu pacto con nosotros. ¿Hay entre los ídolos de las naciones alguno capaz de hacer llover? ¿Acaso darán lluvias los cielos? ¿No eres tú, Jehová, nuestro Dios? En ti, pues, esperamos, pues tú has hecho todas estas cosas” (vv.19-22).
Ésa es una gran oración, ¿no crees? Pero mira la respuesta de Dios: “Entonces Jehová me dijo: ‘Aunque Moisés y Samuel se pusieran delante de mí, no estaría mi voluntad con este pueblo. Échalos de mi presencia, y que salgan. Y si te preguntan: “¿A dónde saldremos?”, les dirás que así ha dicho Jehová: “El que a muerte, a muerte; el que a espada, a espada; el que a hambre, a hambre; y el que a cautiverio, a cautiverio”´” (Jeremías 15:1-2).
Dios no se mueve ni una pulgada. Ahora, ¿qué vas a hacer con un Dios así? Cuando Dios es tan inamovible, es una gran amenaza a la fe. ¿Qué haces? Bueno, Dios no ha terminado todavía con Jeremías. Aunque parezca persistente y severo y firme, y continúa repitiendo Sus amenazas a la nación y se niega a moverse, todavía tiene algo que decir.
Padre, sin importar nuestra situación, sea que nos aferremos a Tu verdad que es inamovible.
Aplicación a la vida
¿Recurrimos a aconsejar a Dios en nuestras oraciones? ¿Estamos reconociendo que Sus juicios son sin términos y Sus caminos son inescrutables? ¿Luchamos con Dios, o nos apoyamos en Su carácter soberano?