Matrimonio y familia
¿Cuál es el programa de vida que necesitamos aprender y transmitir a nuestros hijos? La respuesta es: "Escucha, Israel:
el Señor, nuestro Dios, uno es. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas".
Este es el programa. Todo él se centra alrededor del hecho de que Dios es el principio de la vida.
Introducción a las devociones de abril
El matrimonio es la más antigua institución conocida por el hombre. Coexiste con la raza humana y, durante un tiempo considerable, precedió a las otras grandes instituciones de la humanidad: el gobierno, la escuela y la iglesia.
Parece no haber duda en las mentes de los observadores que analizan la Biblia de que en la escena actual el demonio ha lanzado una guerra sin cuartel para destruir la vida familiar.
El hogar solía ser un lugar donde reclinar la cabeza
.
¡Ahora se ha convertido en un lugar donde vivir cabizbajo! Incluso en los hogares cristianos prevalece la infelicidad.
A menudo entra en el hogar un espíritu de anarquía y rebelión, y hay peleas y gritos y ataques físicos.
La atmósfera es frecuentemente de tensión nerviosa o, como poco, de tregua armada.
Debemos darnos cuenta de que todo esto es parte de una estrategia satánica, de un ataque planeado deliberadamente para destruir al que ha sido uno de los baluartes de la moralidad, la religión y la fe: el ámbito del hogar.
Un ataque como éste necesita un contraataque inteligente.
No podemos repantigarnos y dejar que nuestros hogares sean destruidos, como ciertamente pasará, a menos que haya un contraataque.
Pero también debemos admitir que las armas que nosotros empleemos no deben ser las armas del mundo.
El apóstol Pablo escribe: Las armas de nuestra milicia no son carnales
(2 Corintios 10:4a).
No son los medios usuales que el mundo usa, sino que son
poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo
(2 Corintios 10:4b).
No luchamos contra carne y sangre. No es así como ganaremos, no con los métodos usuales del mundo —siquiatras, supervisión policial, nuevas leyes—; estas cosas tienen su sitio, pero no son las armas que ganarán esta batalla.
No, esto necesita la vuelta a la sabiduría de Dios y un entendimiento de Sus principios con respecto al hogar.
Si regresamos a ellos descubriremos armas de gran poder que pueden contrarrestar las potentes fuerzas que obran para socavar y destruir nuestros hogares.