Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes. Las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas.
Deuteronomio 6:7-9
¿Cómo deberían los padres impartir la verdad sobre Dios a sus hijos?
La respuesta es: hablar sobre ello. ¡Eso es todo!
Hable sobre estas cosas —no predique, no dé lecciones, no los mande a la escuela dominical.
Aquí simplemente dice: Habla
, y ya está— de una manera tan natural, normal y espontánea como en una conversación sobre deportes, música, o cualquier otra cosa.
Dios debería entrar en el hogar de la misma forma.
Al hablar de Dios, es útil seguir un formato sencillo de descubrimiento y reacción. Ésa es la forma natural y normal de enseñar algo. Descubra algo y luego reaccione a ello; y guie al niño en el proceso. Debo confesar que he llegado a entender esto después de hacerlo de la manera equivocada, después de intentarlo con métodos formales, de traer la clase de la escuela dominical al hogar. Pero eso no funciona bien. Lo que se necesita es entender que todas las cosas revelan a Dios —las personas tanto como la materia, las circunstancias y los incidentes, del mismo modo que las montañas y el mar— y que usted puede encontrar su camino al entendimiento de Dios en cada incidente y circunstancia de la vida. Ésta es la manera en que Dios debería llegar al hogar. Descubra a Dios en estos sucesos de cada día y luego guíe al niño hacia las reacciones adecuadas para con Él, de acuerdo con lo que los acontecimientos exijan.
Otra respuesta que necesita ser enseñada es la petición, pedir ayuda o sanación, pues Dios es el Sanador de heridas y el Proveedor en la necesidad. Él habla a aquellos que están en necesidad. Provee a los huérfanos, a las viudas, a los que sufren. Ahí es a donde se dirigen sus promesas más que a ningún otro lugar. Así que, cuando vea que sus hijos sufren y necesitan ayuda, es la hora de hablar de Dios y de la manera en que Dios maneja la vida para proporcionar la ayuda que buscan. O quizás la reacción necesaria es simplemente un reconocimiento maravillado y gozoso de lo que Dios ha hecho y obrado.
Así que, ésa es la sugerencia de Moisés: ¡Hable!
Hable de Dios.
Deje que sea una parte tan normal y natural de su conversación como cualquier otra.
Sin sermonear, sin moralizar, sin dar lecciones todo el tiempo; sin embargo, deje que muchas circunstancias —no todas ellas— conduzcan al entendimiento de la gloria y el amor de Dios.
Y recuerde que la imagen de Dios que usted pinte no debe ser la de un policía enojado supervisando la vida, listo para reprender, gritando: ¡DEJA DE HACER ESO!
, sino, más bien, la de un padre cariñoso que se interesa y preocupa y, sin embargo, puede ser firme e insistente a veces, o incluso implacable en su disciplina.
Enséñame, Padre, a verte en todas las cosas de la vida y compartirlo con mi familia, no dando lecciones y moralizando, sino como una consecuencia natural de mi relación contigo.
Aplicación a la vida
¿Soy un observador lo suficientemente agudo de la vida, que veo a Dios en las circunstancias diarias y en la belleza y complejidad de la creación?