Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Hebreos 12:7
Cuando tratamos el tema de la disciplina, tenemos a Dios como el gran Ejemplo.
Él es el mejor ejemplo de padre.
Las Escrituras están llenas de la paternidad de Dios.
El salmo del Antiguo Testamento dice: Como el padre se compadece de los hijos,
se compadece Jehová de los que lo temen
(Salmo 103:13).
Vemos a Dios inclinándose con tierna compasión hacia sus hijos y tratando con ellos de manera abierta y sincera y, a veces, con severidad.
Estamos respaldados por el amor del Padre, rodeados por la compasión del Padre, y Él se preocupa de nosotros.
Así es como es la vida realmente.
Así que sacamos nuestra idea de la paternidad de Dios y tomamos nuestra idea de la educación también de Él.
La fuerza que Dios usa para adiestrarnos consta de dos partes: la ley y la gracia. La ley es un reflejo de las exigencias que Dios nos hace. La gracia que está disponible para nosotros, por otro lado, reúne toda la paciencia de Dios, Su perdón, Su misericordia, Su ayuda y Su fortalecimiento. Las dos partes hacen falta. No se oponen la una a la otra. A veces se presenta la idea de que la ley y la gracia son opuestas y que nunca se mezclan. Eso no es verdad. Es verdad que tienen funciones distintas. La ley no puede hacer lo que hace la gracia, y la gracia no puede hacer lo que hace la ley. Hemos de usar las dos, ley y gracia. La ley controla y regula las acciones de un individuo, y a veces necesitamos controlar las acciones de nuestros hijos. La gracia, sin embargo, controla y cambia la actitud interior. Usted no puede cambiar las actitudes con la ley, ni puede controlar las acciones sólo con la gracia. Ambas se necesitan en la crianza de los hijos.
Eso nos lleva al proceso por el cual Dios logra esto: la disciplina. El primer factor en la disciplina es la asignación de ciertas tareas. Ésta es una parte esencial del adiestramiento: deles tareas que hacer, pídales requisitos. Lo segundo es dar instrucciones. Dios nunca se limita a asignar una tarea y nos la deja a nosotros. Y nosotros no debemos hacerlo con nuestros hijos. Usted no puede simplemente darles un trabajo que hacer; también debe procurar que entiendan cómo hacerlo. El tercer paso del proceso es poner límites. Siempre hay límites: límites de tiempo, cuánto debe durar; límites de lugar, dónde debe ocurrir y a qué distancia; y límites en cuanto a qué resultados deberían obtenerse, lo que se espera del desempeño de una tarea. Es responsabilidad de los padres establecer estos límites. Los límites no deberían ser tan estrechos que el niño no tenga alternativas. El entero proceso de la disciplina es darle alternativas y dejar que las gestione dentro de unos límites.
Luego, la cuarta etapa de la capacitación de un niño es la ejecución. No sólo se dan tareas, se esperan resultados y se establecen límites, sino que los padres deben procurar que el encargo se haga. Esto se lleva a cabo mediante la alabanza y el aliento, mediante la reprimenda y, como último recurso, mediante el castigo. El castigo incorrecto, por supuesto, es cualquier cosa que sea apresurada o dura o impulsiva o incoherente. Eso puede hacer un gran daño y no debe ocurrir. Algunas veces castigamos a nuestros hijos sólo porque estamos enfadados con ellos, y casi invariablemente es de una forma dura, impulsiva e incoherente; tiene todas las características del castigo incorrecto, porque estamos simplemente expresando nuestra propia ira. Y ésa es una disciplina insensata.
Padre, ayúdame a entender y aplicar estos principios. Gracias por Tu gracia, que obra en concordancia con Tu ley y me hace capaz de cambiar mis actitudes así como mis acciones. Amén.
Aplicación a la vida
¿Cómo uso ambas, la ley y la gracia, en la educación de mis hijos?