Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ―¡No conozco a este hombre de quien habláis!
Marcos 14:71
Marcos se anda con cuidado para destacar el contraste entre Jesús hablando bajo juramento en la sala del tribunal interior y el juramento de Pedro en el patio. Jesús dijo que Él era el Mesías, el Hijo de Dios, y Pedro negó conocer a Jesús. Ése fue un juramento solemne y serio, y justo entonces, Marcos dice: “El gallo cantó por segunda vez”. A Pedro le remordió la conciencia. Sabía lo que había hecho y, según el relato aquí, se derrumbó y lloró. La idea de que “se derrumbó” es muy fuerte en el griego. Lo que significa literalmente es que se tiró al suelo en agonía y con lágrimas de arrepentimiento y empezó a sentir remordimiento al pensar en lo que había hecho.
Creo que podemos ver por qué Marcos ha hilado con tanto cuidado esta historia para nosotros. No hay nada que más me intrigue en este relato en los evangelios que el ver con cuánto cuidado los escritores de las Escrituras han escogido incidentes que van unidos y los han puesto el uno junto al otro. Marcos ha hecho exactamente eso aquí para que nosotros pudiésemos ver el contraste. Aquí tenemos a un grupo de sacerdotes que odiaban a Jesús. Sus corazones estaban llenos de veneno, de ira, de celos y de amargura en contra de Él. Y todo ello se pone de manifiesto en su desprecio y las luchas que tienen lugar después del veredicto. En contraste con esto está un hombre que ama a Jesús de todo corazón y está dispuesto a defenderle hasta el fin. A pesar de lo cual, en el momento de la crisis, le falla a Jesús, negando haberle conocido.
¿Por qué pone Marcos estas dos situaciones la una junto a la otra? Lo hace para que nosotros podamos entender que las dos expresan lo mismo: las dos ponen de manifiesto que no se puede depender de la naturaleza humana, de la carne, como la llama la Biblia. Estos sacerdotes eran hombres carnales, hombres que vivían de acuerdo a las costumbres del mundo, hombres que estaban buscando posiciones legales, prestigio y puestos de importancia. Jesús era una amenaza para la posición de ellos, despertando su odio y su ira, que ellos expresaron por medio de esta terrible acusación, burla y violencia. Así es como obra la carne. Todo el mundo reconoce que el odio, la ira y la vehemencia están mal. Pero lo que Marcos quiere que entendamos es que el amor de Pedro no era mejor, porque también dependía de la carne, de las habilidades humanas y de los recursos humanos para hacer que saliese adelante. En la hora de la crisis, no fue más efectiva que el odio de los sacerdotes. El amor, la lealtad y la fidelidad no significan nada cuando dependen de los inestables fundamentos de la determinación de la voluntad humana.
La nota de mayor esperanza aquí son las lágrimas de Pedro. Los sacerdotes no lloraron, pero Pedro, cuando negó a su Señor, se tiró al suelo y lloró. El fracaso no es nunca el final de la historia. Las lágrimas de Pedro nos hablan sobre otro día cuando el Señor le librará y le restaurará, habiendo aprendido él una lección sobria y saludable.
Padre, habrá momentos en los que tendré que enfrentarme con el fracaso. Me encontraré, al igual que Pedro, haciendo exactamente lo que no quería hacer, negando al Señor que me compró. Ayúdame a entender que no debo contar con el poder de la carne para realizar Tu obra.
Aplicación a la vida
Cuando nos enfrentamos con el fracaso predecible de nuestra naturaleza humana, ¿nos contentamos con la desesperación o la inutilidad? ¿Dónde vamos a partir de ahí?