Os saludan Timoteo mi colaborador, y mis parientes Lucio, Jasón y Sosípater. Yo Tercio, que escribí la epístola, os saludo en el Señor. Os saluda Gayo, que me hospeda a mí y a toda la iglesia. Os saluda Erasto, tesorero de la ciudad, y el hermano Cuarto. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.
Romanos 16:21-24
Aquí en el párrafo final Pablo toma su pluma y escribe las últimas palabras él mismo. Hasta ahora le ha estado dictando esta carta a un hombre llamado Tercio. El nombre indica que él, también, era un esclavo. Su hermano Cuarto es mencionado en el versículo 23. Son esclavos educados que se han convertido en cristianos. Pueden leer y escribir, y son parte de este grupo en Corinto.
Puedes imaginártelos juntados en la casa de Gayo, este gentil huésped de la ciudad, mencionado en la primera carta de Pablo a los corintios. Gayo abrió su casa a toda la comunidad cristiana, así que aquí está Pablo, sentado con sus amigos. Tercio está escribiendo esta carta, y los otros están juntados alrededor, escuchando el dictado de Pablo y beneficiándose mucho de la escritura de estas grandes verdades. Con Pablo está su querido hijo en la fe, Timoteo. Pablo siempre habló de él de forma positiva: su querido hijo en la fe, que se había quedado con él durante tanto tiempo y había permanecido fiel hasta el final. La ultimísima carta que Pablo escribió desde su celda de la prisión en Roma fue a Timoteo. Pablo también menciona a Lucio, Jasón y Sosípater, sus familiares.
Aquí en Romanos 16 hay seis miembros de la familia de Pablo, familiares que ahora son cristianos. Algunos fueron cristianos antes que él, pero a algunos Pablo influenció hacia el cristianismo. Lucio parece ser alguien que viene de Cirene, mencionado en el capítulo 13 de Hechos como uno de esos maestros en la ciudad de Antioquía. Jasón evidentemente era el huésped de Pablo cuando el apóstol fue a la ciudad de Tesalónica. Pablo se quedó en la casa de Jasón cuando se produjo un disturbio en la ciudad. Sosípater puede que sea el hombre de Berea, mencionado en Hechos 20:4 como “Sópater”. Pablo lo conoció en Macedonia, y quizás le acompañó a Jerusalén con la ofrenda a las iglesias allí. El nombre final es Erasto, director de las obras públicas en la ciudad de Corinto. Puedes ver cómo el evangelio penetró todos los niveles de la sociedad, con esclavos, oficiales públicos, cónsules, líderes del imperio, todos compartiendo un terreno igual de hermandad en la iglesia de Jesucristo. Todas las distinciones de clase desaparecieron en la iglesia, y eso es lo que ocurre cuando la iglesia obra.
Estos cristianos eran famosos por cuatro cosas: Primero, no estaban solos. Ya no tenían el derecho de dirigir sus vidas. Segundo, creían que la vida era una batalla, no es un picnic. Estaban involucrados en una contienda que nunca cesaba hasta que dejaran esta vida, así que continuaban luchando. Tercero, creían que había una necesidad para descanso y ocio a veces, pero sólo para restaurarles para volver a la batalla. Nunca concibieron de jubilarse para el resto de los años de sus vidas. Sólo concibieron de conseguir un descanso adecuado para volver y luchar hasta el final. Finalmente, entendieron que los dones del Espíritu Santo entre ellos abrían un ministerio para cada creyente. Ningún cristiano estaba sin un ministerio. Algunas de esta querida gente tenían sólo el don de ayudas, y ése es un gran don. No podían enseñar ni predicar, pero podían ayudar, y así lo hacían justo hasta el final. Este pasaje nos recuerda que Dios nos ha llamado a todos a un ministerio, y todos hemos de dar cuenta de lo que hemos hecho con nuestros dones. Más nos vale averiguar lo que son y ponernos a la obra, involucrarnos en la batalla, porque Dios no nos ha llamado a un terreno de picnic; nos ha llamado a un terreno de batalla.
Te pido que me concedas, Señor, una fe similar, para que yo también pueda compartir contigo en un tiempo de prueba, un tiempo de reprimenda y presión y persecución y problemas, y pueda permanecer firme hasta el final, por amor a Tu nombre.
Aplicación a la vida
¿Cuáles cuatro compromisos eran comúnmente compartidos entre estos cristianos primitivos? ¿Compartimos con ellos la liberación de distinción de clases, honrando nuestros miembros mutuos de la familia de Cristo?