¿Tienes tú fe? Tenla para ti mismo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.
Romanos 14:22
Este versículo no está diciendo que has de callarte sobre tus libertades, que no digas nada a nadie, que lo mantengas entre tú y Dios. Lo que Pablo está diciendo es: “Si tienes fe, tenla entre tú y Dios”. Deja que la Palabra de Dios sea la base de tu fe, y nada más. Está seguro que lo que estás haciendo no es a causa de orgullo de tu parte porque quieres mostrar lo libre que eres; estás haciendo esto porque Dios te ha liberado por Su Palabra. Si realmente lo has basado en eso, entonces tu acción será una en la que tu conciencia estará libre. No te sentirás culpable y preocupado de si estás actuando más allá de lo que la Palabra de Dios realmente dice. Estarás feliz, libre, bendito. Pero, si no es así, si realmente no has establecido esto basado en las Escrituras, sino que estás actuando sólo porque quieres permitirte a ti mismo; si te gusta esta cosa pero todavía te preocupa un tanto; si actúas entonces, vas a ser condenado por tu conciencia. Y si eres condenado por tu conciencia, te sentirás culpable. Y si actúas porque te sientes culpable, no estás actuando por fe y, por tanto, estás pecando. Éste es el argumento de Pablo.
“Sin fe”, dice Hebreos, “es imposible agradar a Dios” (Hebreos 11:6a). La fe significa creer lo que Dios ha dicho. Debes basar tus acciones en libertad cristiana, en lo que la Palabra de Dios declara, no sobre ninguna cosa específica, sino sobre el gran principio de libertad que está establecido. Ahora, si entiendes eso, bien, Pablo dice. Pero está seguro que no estás actuando a causa de tu orgullo, no sólo por mera autocomplacencia, sino basado en una profunda convicción que descansa sobre la Palabra y la revelación de Dios.
Para resumirlo, lo que Pablo nos ha dicho es: No causes tropezar o escandalizar a tu hermano o hermana deliberadamente. No hagas nada deliberadamente que les ofenderá, o que ni siquiera les haga sentirse incómodos. Piensa sobre ellos, no sobre ti mismo. Segundo: Renuncia a tu derecho cuando amenaza la paz o entorpece el crecimiento de otro individuo. Está alerta para juzgar en esa área. Tercero: Nunca actúes con dudas. Actúa sólo desde la convicción, por la Palabra y por el Espíritu de Dios. Si estos problemas son resueltos a esa base, estarás moviéndote gradualmente hacia esa gran libertad que tenemos como hijos de Dios.
¿Qué es lo que ocurrirá a los ojos del mundo que nos está observando? Los cristianos serán vistos como una gente libre, no controlada por escrúpulos que les limitan y les estrechan en su disfrute de los grandes dones de Dios. Pero estas cosas no serán de tal gran importancia que serán puestas en el corazón y centro de todo. El mundo comenzará a ver que el corazón del evangelio es la justicia y la paz y el gozo en el Espíritu Santo, los dones de Dios. Esos dones, entonces, son la base de la libertad en estas áreas. Pero eres tan libre de decir que no a la gratificación de un don como eres libre de decir que sí. Eso es verdadera libertad. No eres libre si piensas que has ganado tus derechos. Eso no es libertad. La libertad es el derecho de renunciar a tus derechos para la causa buena y justa. Eso es lo que el mundo que nos observa comenzará a ver.
Enséñame, Señor, a caminar suavemente frente a Ti en esto, con un interés por mi hermano y hermana; para ser paciente y aprender a disfrutar de mis libertades sólo mientras no dañen o hieran a otro.
Aplicación a la vida
¿Cuáles tres conclusiones resumen la Palabra de Dios para nosotros en cuanto a nuestras actitudes y comportamiento en un asunto discutible? ¿Cuál es la auténtica libertad cuando el asunto es nuestros “derechos”?