Los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno, para edificación.
Romanos 15:1-2
Hay dos reglas que debes seguir cuando tienes que hacer una decisión rápida en cuanto a si debes insistir en la libertad en una cierta área, o ceder a las aprehensiones o prejuicios o diferencias de punto de vista de otra persona. La primera regla es: Elige placer a tu prójimo en vez de a ti mismo. No insistes en tu manera de hacer las cosas; sé rápido en ceder. Eso es lo que hace el amor. El amor no insiste en sus propios derechos, Pablo nos dice en 1 de Corintios 13. Por lo tanto, si tienes amor en tu enfoque, el amor se ajusta y se adapta a otros.
La segunda regla, sin embargo, dice que has de tener cuidado que tu ceder no permita a tu prójimo ser confirmado en su debilidad, que no le dejes sin ánimos para madurar, o para reevaluar su posición. Hemos de buscar desarrollarnos los unos a los otros. Si no hacemos otra cosa más que ceder a la debilidad de otra gente, la iglesia finalmente acaba viviendo al nivel de la conciencia más débil entre ellos. Esto presenta una visión torcida y distorsionada de la libertad cristiana, y el mundo se lleva una falsa idea sobre de lo que se trata el cristianismo. Así que esto ayuda a equilibrar la situación. Complace a tu prójimo, pero para su propio bien, siempre dejando algo ahí que rete su pensar, o que le cause alcanzarte y posiblemente cambiar su punto de vista.
Un hombre hizo una cita para verme y me dijo que era un profesor en un colegio cristiano. El consejo le había pedido que hiciera cumplir una regla prohibiendo a los estudiantes llevar el pelo largo. Era una regla con la que no estaba de acuerdo, así que se encontró en un dilema. Si no hacía cumplir la regla, el consejo le dijo que perdería su trabajo. Si la hacía cumplir, estaría causando que tanto los estudiantes como los padres se molestaran, quienes sentían que este era un asunto que no merecía ese tipo de atención. Nuestra cultura ha cambiado en cuanto a considerar que el pelo largo es un símbolo de rebelión, así que este hombre se encontró en un aprieto. Su súplica a mí era: “¿Qué debo hacer?”. Mi consejo fue que no debemos empujar nuestras ideas de libertad al grado que disturben la paz. Así que le dije: “Por amor a la paz, accede al consejo y haz cumplir la regla por este año. Pero haz una fuerte súplica al consejo a que revaloren su posición y a cambiar su punto de vista. Al final del año, si se niegan a hacerlo, quizás puedas considerar moverte a un sitio distinto. Así no estarías causando descontento y creando división en la escuela”.
Eso ilustra lo que Pablo está diciendo. La gente puede perder vista de los objetivos principales de estar juntos como cristianos, y se enfocan tanto en estos asuntos que la iglesia se puede dividir. O estos asuntos pueden crear tales argumentos, contiendas y disensiones en el grupo que todo el ambiente de la iglesia es cambiado. Pablo nos está diciendo que esto no es realmente necesario, ya que hay cosas que se pueden hacer para resolver estos problemas.
Padre, gracias por la libertad que me das. Te pido que aquellos que nos consideramos fuertes estemos dispuestos a soportar las cargas de los débiles. Sea que Tu pueblo manifieste un espíritu de unidad a un mundo que nos está observando, que no conoce ninguna forma de juntar a las facciones divergentes.
Aplicación a la vida
¿Estamos entregados a complacer a nuestro “prójimo” para su bien? ¿Cómo distinguiremos el bien que es necesario? ¿Tenemos una conciencia aumentada de nuestra propia necesidad de discernimiento de la Palabra, tanto escrita como la que vive en nosotros, Su pueblo?