Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, pero el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús está en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que está en vosotros.
Romanos 8:10-11
Fíjate en la enseñanza útil sobre el Espíritu aquí. Se llama el Espíritu de Dios y el Espíritu de Cristo. Entonces se hace claro que el Espíritu, de hecho, es la forma mediante la cual Jesucristo mismo está en nosotros. Por medio del Espíritu Santo, Cristo está en ti. Y si Cristo está en ti, tu cuerpo es muerto a causa del pecado.
El problema es, nuestros cuerpos todavía no han sido redimidos. Como consecuencia, están en el sitio de pecado que tanto nos aflige. Y el pecado que está en nosotros ―todavía ahí en nuestros cuerpos― afecta el cuerpo. Es por eso que el cuerpo codicia, el cuerpo ama la comodidad, el cuerpo busca el placer; es por eso que nuestras mentes y actitudes reaccionan con odio y amargura y resentimiento y hostilidad. El pecado encuentra su sitio en el cuerpo. Es por eso que nuestros cuerpos envejecen. Están muriendo a causa del pecado.
Pero esa no es la respuesta final para el cristiano. El Espíritu en el cristiano está vivo a causa del don de justicia. Cristo ha entrado, y estamos ligados con Él. Pablo lo explica tan bellamente en 2ª de Corintios 4:16: “Por tanto, no desmayamos; antes, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. Ese es el júbilo de ser cristiano. Aunque el cuerpo, con el pecado que está en él, nos está afligiendo y dándonos dificultades, tentándonos, confundiéndonos a veces, sin embargo, el espíritu está vivo a causa de la justicia. El pecado tiene su sitio en el cuerpo físico mismo, y se subleva como una poderosa bestia. Pero tenemos una respuesta. Se expresa bellamente en 1ª de Juan 4:4: “Hijitos, vosotros sois de Dios y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo”. El Espíritu de Dios en nosotros es mayor que el pecado que está en nuestros cuerpos. Por lo tanto, tenemos las fuerzas para controlar el cuerpo.
Desafortunadamente, muchos comentadores dicen que el versículo 11 se refiere a la promesa de la resurrección al final de la vida, cuando Dios va a revivir nuestros cuerpos. Pero eso no es lo que está diciendo Pablo. Está hablando sobre el Espíritu en nosotros, dando vida a nuestros cuerpos mortales. Un cuerpo mortal todavía no está muerto. Un cuerpo mortal es uno que está sujeto a muerte. Está muriendo, pero todavía no está muerto. Por lo tanto, esto no está hablando sobre la resurrección. Más tarde Pablo llegará a ese punto, pero aquí está hablando sobre lo que el Espíritu hace en nosotros ahora. Dice que aunque el pecado en nuestros cuerpos mortales nos va a tentar severamente, y a veces se va a sublevar con gran poder, nunca debemos olvidarnos que porque nuestro espíritu humano ha sido hecho vivo en Jesucristo, y el Espíritu de Dios mismo vive en nosotros, tenemos la fuerza para decir que no a esa expresión de maldad.
No podemos revertir el proceso de muerte; nadie puede. Nuestros cuerpos van a morir. Pero podemos negarnos a dejar que los miembros de nuestro cuerpo se conviertan en instrumentos de pecado. Podemos negarnos, por el poder del Espíritu en nosotros, a dejar que nuestros miembros sean utilizados para ese propósito. No tenemos que dejar que nuestros ojos vean cosas malas. Podemos decir que no. No tenemos que dejar que nuestras lenguas digan cosas malvadas, hirientes, sarcásticas y viciosas. Podemos decir que no a eso. No tenemos que dejar que nuestros oídos oigan cosas que son hirientes. No tenemos que dejar que nuestras manos sean utilizadas para los propósitos equivocados. No tenemos que dejar que nuestras piernas y pies nos guíen a sitios donde no debiéramos estar. ¡Hemos sido hechos vivos en Jesucristo, y el Espíritu de Dios mismo vive en nosotros!
Padre, Tú me has hecho vivo por medio de Tu Espíritu. Enséñame a ceder a Él, en vez de ceder a mi carne.
Aplicación a la vida
Describe las diferencias radicales entre las dos mentalidades. ¿Cuáles son las dos fuentes distintas controlándolas? ¿Qué respuesta al cautiverio de pecado es característica de aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios? ¿Cuál es el resultado de elegir vivir de acuerdo a la naturaleza pecaminosa? ¿Deberemos, entonces, elegir la vida?