El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Lucas 11:3
Jesús comienza esta sección de la oración con las necesidades del cuerpo. ¡Me gusta eso! Tenemos unas ideas tan distorsionadas sobre la oración que a menudo sentimos que hay algo mal con orar por las necesidades físicas. Esto es el reflejo de un concepto pagano de la vida. Los griegos consideraban el cuerpo como indigno de redención y, por lo tanto, lo maltrataban. Se golpeaban el cuerpo y se atormentaban. Hoy en día encontrarás que esta filosofía está muy extendida, esta idea de que el cuerpo debe ser amansado por el tormento físico y el sufrimiento, pero nunca encuentras esto en el Nuevo Testamento.
La oración debe comenzar a este nivel. A Dios le gustan los cuerpos. Él los construyó y diseñó. Es perfectamente apropiado orar por la necesidad del cuerpo. El pan aquí es el símbolo de todas las necesidades de la vida física. Representa todas las demandas de la vida física ―refugio, bebida, ropa―, cualquier cosa que el cuerpo requiera. El interés vital en esta área es que se nos haga disponible un suministro inmediato e intacto. Así que esta oración se dirige directamente a la cuestión cuando dice: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. El único límite en esta oración es que nunca hemos de orar por un almacén lleno de suministro para un año entero. Hemos de orar por nuestro suministro diario.
¿Oramos diariamente por nuestras necesidades físicas? ¿Oramos sobre el suministro de nuestra comida, ropa, refugio, y todas las necesidades físicas de la vida? ¿Nos tomamos el tiempo de pedirle a Dios estas cosas, o por lo menos para darle gracias por ellas? Quizás esto se haya convertido en una solicitud tan familiar en nuestra repetición de la oración del Señor que no nos lo tomamos en serio. Puede que ésta sea el área de más flagrante y frecuente desobediencia cristiana, ya que, después de todo, nuestro Señor lo dijo en serio cuando nos dijo que oráramos: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.
Algunos quizás discutan que Jesús dijo en otro sitio: “vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad antes que vosotros le pidáis” (Mateo 6:8), así que no es para informar a Dios de nuestras necesidades. Hay otros que dicen que realmente hace poca diferencia si oran sobre las cosas físicas o no; consiguen las necesidades de la vida de todos modos. Lo que es más, algunos dicen que hay mucha gente que nunca se molesta en orar para nada y que están comiendo bistec y helado, mientras que nosotros los cristianos estamos intentando sobrevivir con hamburguesas y gelatina. ¿De qué sirve orar entonces?
Si quieres ver por qué, pregúntate: “¿Qué es lo que me ocurre cuando soy negligente en esta área de la oración?”. Si eres honesto, verás que un cambio lento y sutil ocurre en el corazón de un cristiano que no ora sobre las cosas materiales, que no se toma el tiempo de darle gracias a Dios por su suministro diario de las necesidades y de los lujos de la vida. Lo que ocurre es que damos por sentado estas cosas, y gradualmente cedemos al engaño necio de que podemos proveer estas necesidades nosotros mismos. Somos poseídos de la increíble vanidad de que nuestra sabiduría y nuestras habilidades han hecho posibles estas cosas. Y cuando comenzamos a pensar de esta forma, encontramos que el orgullo se hincha dentro de nosotros, y un tipo de ceguedad se instala en nosotros, una ceguedad que oscurece nuestra visión espiritual, y nos volvemos malhumorados, inquietos y deprimidos.
Somos nosotros los que debemos dar gracias a Dios; somos nosotros los que debemos recordarnos a nosotros mismos que todo lo que tenemos viene de Su mano, y que en cualquier momento Él puede apagarlo por cualquier razón que Él elija, que es sólo por Su gracia y bondad que nos siguen fluyendo sin obstáculos. La única forma en la que podemos evitar este terrible pecado de ingratitud es el orar diariamente por nuestras necesidades físicas.
Padre, hoy no puedo más que repetir estas palabras que el Señor Jesús me enseñó: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”.
Aplicación a la vida
¿Tomamos por sentado el suministro diario de nuestras necesidades físicas? ¿Estamos siendo negligentes tanto en petición como en gratitud? ¿Está resultando en desesperación esa negligencia? ¿O en darnos la enhorabuena a nosotros mismos?