Pero una vez que tenían paz, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonaste en manos de sus enemigos que los dominaron; pero volvían y clamaban otra vez a ti; tú desde los cielos los oías, y según tus misericordias muchas veces los libraste.
Nehemías 9:28
¡Qué imagen tan maravillosa de la paciencia de Dios! Él nos permite probar los resultados del mal y a veces consigue nuestra atención permitiendo que el desastre tenga lugar en nuestra vida. Pero es tan sólo para que podamos oír lo que Él está diciendo y para que seamos librados. Nos advierte para que podamos estar libres.
Una noche el presidente de la Unión de los Homosexuales de una universidad fue invitado a hablar a un grupo de una iglesia de jóvenes acerca de lo que dice la Biblia sobre la homosexualidad. El grupo le concedió la oportunidad de defender su postura, según la cual la Biblia respalda la homosexualidad como un estilo de vida alternativo. Aunque este hombre era el presidente del club de debate de su universidad, tuvo que luchar en su intento por presentar su caso. Estuvo mencionando una serie de versículos en la Biblia intentando demostrar su causa, pero se encontró con enormes dificultades y no consiguió dejar nada claro.
El dirigente del grupo llegó a un acuerdo según el cual, al acabar, uno de los pastores de la iglesia hablaría acerca del mismo tema. El pastor afablemente abrió las Escrituras y destacó el hecho de que cuando Dios prohíbe algo no es porque desea limitarnos o hacer que nuestra vida sea más estrecha. Nos está protegiendo de algo que nosotros no podemos tratar, algo tan devastador que puede arruinarnos. Demostró en la Palabra de qué modo la homosexualidad destruye a los seres humanos y los convierte en algo que Dios nunca tuvo el propósito de que fuesen. Eventualmente aquellos que tienen un estilo de vida homosexual tendrían que padecer el dolor, el sufrimiento, la miseria, la soledad y la muerte.
De este episodio surgió la oportunidad para que los miembros de su iglesia pudiesen alcanzar a aquellos que estaban luchando con tendencias homosexuales. Un gran número de estas personas fueron liberadas por la misericordia y la gracia de Dios. Esto es lo que describe este pasaje: el amor duro de Dios, que no está dispuesto a permitir que seamos víctimas de la ruina sin advertirnos de una manera apropiada.
El párrafo final, comenzando con el versículo 32, conecta la historia de generaciones anteriores con la generación presente. Aquí encontramos un cambio de pronombres de ellos a nosotros y nuestros al comenzar los israelitas a mirar a su propia generación.
Aquí es donde nos encontramos nosotros hoy. Nuestras ciudades están destrozadas por la violencia y por luchas de tal intensidad que las personas apenas si se atreven a salir de sus hogares. La única recuperación tiene que ver con que nosotros hagamos lo que hicieron estas personas: confesar a Dios lo que estaban haciendo mal y alabarle a Él por Su misericordia y Su compasión.
Fíjese usted en lo específicos que son los israelitas: “rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo” (v. 33). No hay “si” condicional en la verdadera confesión. Usted dice: “Señor, lo he hecho; he seguido mi propio camino testarudo”. Entonces Dios oye, perdona y restaura.
Señor, te doy gracias por Tu promesa de que, si confieso mi pecado, Tú eres fiel, justo y misericordioso para perdonarme y restaurarme.
Aplicación a la vida
¿Cómo reaccionamos ante el amor duro de Dios en las vidas de otras personas, así como en la nuestra? ¿Somos capaces de reconocer y de sentirnos agradecidos por el amor duro de Dios?