―¿Un hombre como yo ha de huir? ¿Y quién, que fuera como yo, entraría al Templo para salvarse la vida? No entraré.
Nehemías 6:11
Una vez más el enemigo cambia de táctica, recurriendo de nuevo al subterfugio. Aparece una palabra en forma de profecía, pero el hombre es un falso profeta. Afirma poseer un conocimiento oculto, según el cual hay hombres que van a venir a matar a Nehemías, y le aconseja que vaya al Templo para salvar su vida. Este falso profeta puede que esté involucrado en ocultismo, porque eso es lo que se sugiere aquí con la explicación de que estaba “encerrado” en su casa (v. 10). Estar “encerrado” sugiere que por alguna razón religiosa se estaba aislando.
Lo que dice da la impresión de ser lógico. “Algunas personas están dispuestas a matarte”, afirma. ¡Con toda certeza Nehemías sabía esto! El hombre sugiere: “Ven aquí arriba e iremos al Templo y cerraremos las puertas. No se atreverán a atacarte allí”. Eso suena bien, pero Nehemías detecta de inmediato que algo está mal. Sabe que como laico no le está permitido entrar en el Templo, porque sólo los sacerdotes podían entrar en el Templo. Sencillamente no estaba bien entrar en el Templo.
Se da cuenta de que un profeta que procediese en realidad del Señor no diría nada que no estuviese en línea con los mandamientos de Dios. Había un altar de asilo en el patio del Templo al cual el pueblo que se encontraba bajo amenaza podía huir y estar seguro, pero este hombre está proponiendo de hecho que vayan al Templo y cierren las puertas.
Nehemías dice que todo formaba parte de un plan para desanimar al pueblo, a fin de que no siguiesen su dirección. Incentivados por los celos y la ambición, estos enemigos le calumnian e intentan engañarle para que ceda a las demandas de ellos.
Debemos ser conscientes de esta clase de ataque sobre nuestras vidas en estos tiempos. No siga usted el consejo de las personas sencillamente porque se muestran amigables con usted. Es posible que ese consejo sea totalmente equivocado. Nada sustituye al conocimiento de la Palabra de Dios. Así es cómo puede usted detectar el error y saber lo que está mal. La mejor respuesta a semejante enfoque es lo que usa Nehemías aquí, un profundo sentido de su verdadera identidad como creyente: “¿Debe un hombre como yo correr y ocultarme, para intentar salvar mi vida mediante enfoques equivocados y prácticas ilegales?”. Él se vale de una conciencia limpia, sabiendo quién es él. Es un creyente, un hombre que cree en el Dios viviente y, por lo tanto, no tiene necesidad de recurrir a trucos para salvar su vida.
Esto es exactamente a lo que también nos llama el Nuevo Testamento. Escribiendo a los tesalonicenses, teniendo que enfrentarse a las presiones normales y a los problemas de la vida, la palabra del apóstol Pablo es: “Andad como es digno de Dios” (véase 1 Tesalonicenses 2:12). Nosotros hemos sido llamados a caminar con Dios, y usted es un hijo de Dios y le pertenece a Él. Por lo tanto, usted está viviendo a un nivel diferente al de las personas que le rodean. Si recuerda usted quién es, no participará en las cosas que están mal y que otras personas están haciendo y sintiéndose presionadas a hacer.
Henry David Thoreau escribió en Walden Pond: “Si da la impresión de que no me mantengo a la misma altura que otras personas, es porque estoy escuchando otra voz”. También los cristianos escuchan otra voz. Ellos están siguiendo al Señor, no a las voces que escuchan a su alrededor. Nada nos hará más libres de las sutiles presiones y tentaciones de hoy en día que acordarnos de quiénes somos.
Señor, hay tantas voces. Ayúdame a discernir Tu voz, ayúdame a actuar de acuerdo con Tu Palabra y mi verdadera identidad como Tu hijo.
Aplicación a la vida
¿Hasta qué punto es importante saber o recordar cuál es nuestra verdadera identidad como creyentes? ¿Dónde podemos descubrir quiénes somos en Cristo?