Habló Jehová a Moisés y le dijo: “Habla a los hijos de Israel y diles: La mujer, cuando conciba y dé a luz un hijo varón, quedará impura durante siete días; como en los días de su menstruación será impura. Al octavo día se circuncidará al niño”.
Levítico 12:1-3
Ese texto ciertamente nos recuerda de María y José y el bebé Jesús. De hecho, ese Bebé vino al mundo para encargarse precisamente del problema que hizo necesario este capítulo. Dios no está en contra del parto ni de los bebés. Ni es el nacimiento humano un acontecimiento intrínsecamente impuro. No hay nada malo con dar a luz, ni con el sexo. Pero estos requerimientos se le dieron al pueblo de Dios para que pudiéramos acordarnos del hecho más básico y fundamental: que desde la caída de Adán cada ser humano es nacido a este mundo a una raza caída.
No hay manera de que el hombre en su condición natural vaya jamás a ser capaz de resolver los problemas básicos y fundamentales de las relaciones humanas. Somos nacidos a una condición que está manchada y perversa. Alguien ha descaminado a la humanidad de su camino original, desde el mismo principio, y simplemente no funciona como Dios había previsto. Dios lo impresiona sobre Su pueblo con esta restricción, este recordatorio de que algo conectado con el nacimiento es impuro. El hecho de que una madre está impura durante una semana después del parto de un hijo varón (dos semanas para una hembra), y que tenía que pasar por otros treinta y tres días de purificación después de eso, proveía una oportunidad para que ella y toda su familia fueran recordados forzosamente de que el bebé era nacido a una naturaleza corrupta. La circuncisión del bebé varón era un recordatorio adicional de que algo tiene que ser removido de la vida heredada de Adán.
Esto es muy importante porque hace una diferencia en la manera en la que el niño se educa. Si crees que los bebés nacen absolutamente inocentes, educarás a tu hijo en una forma bastante diferente que si crees en la verdad sobre ellos. Necesitan dirección, educación y ayuda para manejar esta naturaleza pervertida. El mundo, por supuesto, se olvida de este principio. Quiere fingir que los bebés son inocentes, y que si les dejas en paz y les das la oportunidad de expresarse a sí mismos, llegarán a ser personas completas y realizadas. Así que Dios le enseña a Su pueblo desde el mismo principio que hay un problema aquí que ha de manejarse y no puede ser ignorado.
Gracias, Señor por enseñarme siempre de acuerdo a la realidad. Gracias que hace dos mil años mandaste a un Bebé al mundo, nacido de una mujer, que traería purificación para todo mi pecado.
Aplicación a la vida
La Biblia comienza en el momento de nuestro nacimiento a ser nuestras instrucciones para la vida, con recordatorios de que tenemos una naturaleza caída y con procedimientos cuidadosamente prescritos para nuestra recuperación, comenzando en el parto. ¡Qué cosa más formidable es que el Hijo de Dios naciera de una mujer, de nuestra parte!