Luego el sacerdote tomará con su dedo de la sangre, la pondrá sobre los cuernos del altar del holocausto y derramará el resto de la sangre al pie del altar.
Levítico 4:30
En el libro de Levítico, las cinco grandes ofrendas especificadas ahí nos exponen clara y amablemente las necesidades básicas para nuestra humanidad, necesidades que Dios ha creado en cada uno de nosotros, y cómo esas necesidades pueden ser satisfechas, en la única forma en que pueden ser satisfechas. Aquí llegamos a la cuarta ofrenda: la ofrenda del pecado.
Acuérdate de que en las ofrendas previas, así como en la ofrenda del pecado, se tenía que derramar sangre, y una muerte tenía que ocurrir. Toda la sangre del animal debía derramarse al pie del altar. Pero con la sangre de la ofrenda del pecado algo inusual se hacía. La sangre debía rociarse siete veces frente al Señor. Entonces, en el caso de la ofrenda para el sacerdote ungido, como vemos aquí, tenía que ser puesta en los cuernos del altar del incienso que estaba en el lugar santo, frente al velo que protegía el lugar santísimo, esto es, justo frente a la presencia del Señor.
¿Qué es el significado de esto? Es obvio que hay un énfasis especial en la sangre. Se ha de poner en un sitio visible, y en un sitio que obviamente está conectado con Dios. Se debe reconocer abiertamente que está siendo puesta sobre los cuernos del altar frente al Señor. Y el individuo por el cual se hace el sacrificio tiene que poder ver la sangre ahí. Ésa es la cuestión. En otras palabras, ha de haber un entendimiento por parte de aquel que pecó que esta sangre cubre su pecado, lo ha perdonado, y frente a Dios queda reconocido como perdonado. Y cuando la persona entiende esto, entonces su conciencia puede quedar en descanso.
Encuentro que mucha gente nunca ha visto que Dios acepta la muerte de Jesús plenamente de su parte. Siempre se están inquietando sobre algún terrible grado de pecado que han cometido, y piensan que Dios no es capaz de perdonarlo. No ven la sangre en los cuernos del altar. Como resultado, se torturan continuamente a sí mismos con culpa. Pero Dios está intentando dejarlo muy claro que hay una forma de ser libre de culpa. Y una vez que la sangre está ahí sobre el altar, provee un escape. ¡Ya no queda culpa! “Será perdonado”, dicen las Escrituras, no sólo de las acciones pecaminosas, sino de la culpa de su misma naturaleza. Esto es lo que enseña esta ofrenda. Esto enseña que ésta es la única manera en la que el hombre puede ser libre de su agobiante, escondido sentimiento interior de la culpa que le enajena de Dios.
Los hombres siempre están intentando encontrar sus propias maneras de ser libres de la culpa. Algunos intentan olvidarla. Otros intentan simplemente evitar el tema. No quieren pensar sobre su culpa. Pero tú te acuerdas de lo que dijo David cuando intentó eso. Éstas son las palabras del Salmo 32: “Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día, porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano” (Salmo 32:3-4).
Esto es lo que produce la culpa que no ha sido reconocida. Secará tu vida; la reducirá a un nivel superficial de vivir en la cual tendrás que estar continuamente inmerso en alguna diversión, para no tener que pensar sobre tu relación con Dios. Y el olvidarse nunca funcionará tampoco.
Ayúdame a ser honesto, Señor, sobre mi culpa, y a no evitarla, sino a saber que no hay ninguna salida a menos que la reconozca. Gracias, porque hay una salida de mi culpa, y de que no necesito estar lejos de Ti.
Aplicación a la vida
La confesión honesta y el arrepentimiento abierto es el nunca correr riesgos con Dios, sino, en cambio, una puerta abierta al perdón de todos nuestros pecados. ¿Buscamos este regalo inestimable a menudo y con esperanza gozosa?