Todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en mi nombre, yo lo haré.
Juan 14:13-14
¡Estos versículos son una promesa sorprendente! Con frecuencia los leemos sin prestar la debida atención al contexto y nos sentimos dominados por las tremendas posibilidades de esas palabras: “todo lo que pidáis”. Por eso los cristianos superficiales se emocionan y dicen: “¡Qué gran promesa! Puedo tener el coche nuevo que siempre había deseado”. Pero Santiago nos recuerda: “Pedís, pero no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites” (4:3).
Existe una importante limitación respecto a esta promesa: “en mi nombre”. De nuevo, con un enfoque superficial sobre estas ideas de las Escrituras, algunas personas creen que han cumplido esto cuando añaden al final de la oración: “Pedimos esto en el nombre de Jesús”, como una especie de fórmula mágica, ¡como si estuviesen frotando la lámpara de Aladino para que el “genio” de Dios apareciese de repente e hiciese lo que le pidiésemos!
Yo no tengo objeción alguna a que las personas añadan estas palabras a sus oraciones. Pero hay muchas oraciones a las que se les añaden estas palabras al final que no se hacen en el nombre de Jesús ni mucho menos. ¿Qué significa entonces “en el nombre de Jesús”? Yo había creído que orar en el nombre de Jesús significaba orar pidiendo aquellas cosas que Él quiere que realicemos, y significa eso, pero yo creía que podíamos orar para evitar ciertas cosas y para conseguir otras, y que poseíamos la habilidad de poder controlar de alguna manera el proceso mediante el cual estas cosas sucedían. “En el nombre de Jesús” significa orar en Su lugar. Orar en el nombre de Jesús quiere decir estar en el lugar de Jesús. ¿Y dónde estaba Jesús cuando dijo estas palabras? Mirando a la cruz, enfrentándose con el final, con el aparente colapso y fracaso de Su obra y todo Su programa.
Pero Él sabía que más allá de la cruz estaba la resurrección y que nunca podría tener lugar ese nuevo comienzo si primero no había un final de todo lo que los demás veían y esperaban. Si estos discípulos estaban pidiendo algo en oración, oraron pidiendo que de alguna manera Él no tuviese que ir a la cruz, pero Jesús sabía que tenía que suceder. Y orar en el nombre de Jesús significa que acepta usted el proceso de Dios, el proceso mediante el cual hace que las cosas (con frecuencia) fracasen totalmente. ¡Pero ése no es el final de la historia! Más allá está la resurrección y un nuevo principio de una calidad tan diferente que la mente llega a un éxtasis de gozo al contemplarlo. Eso es lo que significa orar en el nombre de Jesús.
Ése es el motivo por el cual con frecuencia nos parece como si Dios estuviese esperando hasta el último momento para contestar a nuestra oración. Es por ello que no detiene el proceso mucho antes de que aparezca el sufrimiento y el dolor, sino que deja que siga hasta la muerte, y de la muerte se produce la resurrección. Y orar en el nombre de Jesús significa que usted consiente a este proceso y que es usted consciente de que la oración no es sencillamente un escudo para evitar que sucedan ciertas cosas. La oración es además la acción de confiar en la aparición del final, el colapso y el fracaso. Pero ése no es nunca el final de la historia; la vida sólo aparece como resultado de la muerte.
Padre, te doy gracias porque Tú me enseñas una y otra vez a lo largo de la vida que Tú nunca te vas a desviar de Tu proceso. Permíteme que pueda consentir con gozo a ese proceso, a fin de que yo pueda ver cómo Tú produces vida de la muerte.
Aplicación a la vida
¿Qué significa orar en el nombre de Jesús? ¿Cómo podemos al mismo tiempo esperar y vivir actualmente una vida llena de gozo cada día?