No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros.
Juan 14:18
Aquí Jesús nos habla acerca del secreto de nuestra identidad como creyentes. El hecho más fundamental de nuestra vida como creyentes es éste: Jesús dice que no va a dejar a Sus discípulos abandonados o huérfanos. Estos hombres se sienten asustados y saben que Él se va a marchar. Recuerdan las insinuaciones que Él ha hecho de que sería por medio de violencia, de que le llevarían, y sería azotado y finalmente crucificado. Por eso se sienten temerosos, no solamente por Él, sino por ellos mismos. Pero ahora Él les está tranquilizando, diciéndoles: “No os dejaré huérfanos; no os voy a abandonar. Volveré a vosotros”.
Aquí no está hablando acerca de Su segunda venida. Su referencia a eso está en el versículo 3, donde dice que Él volverá de nuevo y les llevará consigo. Acerca de Su segunda venida, Juan nos dice: “Todo ojo lo verá” (Apocalipsis 1:7). Pero hay una manera de venir que el mundo no verá, pero los discípulos no sólo le verán sino que vivirán con Él: “Porque yo vivo, vosotros también viviréis”. Eso es algo más que una sencilla referencia a Su resurrección y a la promesa de nuestra resurrección algún día. Es realmente una referencia a Su venida en el Espíritu, el resultado de la cual será “vosotros en mí y yo en vosotros”. Y ése ha de ser el secreto de nuestras vidas, de la misma manera que Su relación con el Padre era el secreto de Su vida.
Yo encuentro que hay cristianos por todo este país que no entienden esta verdad acerca de su nueva vida en Cristo. La verdad acerca de dónde procede su identidad es este hecho: Jesús está en ellos y vive en ellos. Es a este hecho que deben regresar siempre que haya presiones y problemas y que se les haga exigencias, porque es de este hecho que el secreto de la vida fluirá a ellos.
El día del Espíritu empezó en el día de Pentecostés, cuando de repente el Espíritu de Dios fue derramado sobre estos creyentes y se convirtieron en personas transformadas, y ese día está todavía con nosotros. Empezó hace más de dos mil años y no ha terminado todavía. De hecho, en el día de Pentecostés, Pedro se puso en pie y situó, por así decirlo, entre paréntesis sus extremos, los sucesos que marcarían el comienzo y el final del día del Espíritu. Empieza cuando es derramado el Espíritu Santo, tal y como había sido profetizado por el profeta Joel. Pedro cita esta profecía, diciendo: “Esto es lo dicho por el profeta Joel” (Hechos 2:16), este derramamiento del Espíritu sobre las personas; y acaba, dice, cuando “el sol se convertirá en tinieblas y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, grande y glorioso” (Hechos 2:20).
¡Señor, qué privilegio vivir en este nuevo día cuando el Espíritu ha sido derramado e incluso vive en mí! Enséñame a tener en cuenta esta profunda realidad hoy.
Aplicación a la vida
¿Cuál es el secreto definitivo de nuestras vidas? ¿Cómo podemos saber que esto es la verdad? ¿De qué modo se relaciona nuestra identidad con nuestra realidad?