¡Ay del que, no siendo más que un tiesto como cualquier tiesto de la tierra, pleitea con su Hacedor! ¿Dirá el barro al que lo modela: “¿Qué haces?”, o: “Tu obra, ¿no tiene manos?”?
Isaías 45:9
Sería ridículo si el barro le dijera al alfarero: “No me gusta cómo estás haciendo esto. Este diseño no me atrae para nada”. Escucha la ironía de este mensaje: “¡Ay del que dice al padre: ‘¿Por qué engendraste?’, y a la mujer: ‘¿Por qué diste a luz?’!” (Isaías 45:10). Éste es el Dios con el que tenemos que tratar. ¡Qué increíblemente arrogante es el hombre al criticar las labores de un Dios como Éste! Este pasaje está diseñado para humillar al hombre en su orgullosa seguridad y enseñarle lo subordinado que está al Dios al cual se atreve a criticar. C. S. Lewis lo dijo muy bien: “El argüir con Dios es argüir con el poder mismo que hace posible el poder argüir. ¡Cuán insensato es el hombre al intentar eso!”.
De este pasaje aprendemos que la locura humana toma muchas formas: o la autosuficiencia ―el hombre imaginándose que es Dios y que puede operar el mundo― o la idolatría, donde el hombre debe confiar en alguna otra cosa como dios aparte del verdadero Dios. Cualquiera de las dos, de acuerdo a este relato y como está confirmado por la historia, resulta en la esclavitud y la tragedia. Esto es lo que está detrás de la crecida del totalitarismo en nuestros días.
La contestación de Dios se encuentra en los versículos 22 al 23: “¡Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra, porque yo soy Dios, y no hay otro!” (Isaías 45:22). ¡Cuán inútil le es al hombre buscar su propio camino de salida de la ciénaga que ha hecho para sí mismo! El Espíritu de Dios utilizó este versículo para hablar al corazón de un chico de quince años que vivía en Inglaterra en el último siglo. Ese muchacho, Charles Hadden Spurgeon, se refugió en una pequeña capilla metodista en un día frío y nevado en 1850. Como no había un predicador, el diácono leyó el texto: “¡Mirad a mí y sed salvos, todos los términos de la tierra!” y, viendo a un muchacho solitario sentado en la parte trasera, el diácono (que no podía hablar muy bien) se dirigió a él y le dijo: “¡Joven, mira a Dios, y Él te salvará!”. Spurgeon dijo: “Yo miré y fui salvo”. Este muchacho se convirtió en uno de los grandes predicadores de la iglesia británica.
Pero ésta es la salida que Dios ofrece a la humanidad: “¡Mirad a mí!”. No miréis a la ciencia, ni a la tecnología. Éstas son buenas en sí mismas; dan ciertas comodidades, pero no te pueden liberar. No pueden satisfacerte ni pueden proveerte tus necesidades. Si te dedicas a ellas, se convertirán en cenizas. Dios es el Único que te puede liberar del dolor humano y del fracaso.
Gracias, Padre, por esta preciosa promesa. Ha sido bellamente cumplida en tantas vidas y a través de todas las edades del tiempo. Reconozca yo lo insensato que es el confiar en cualquier cosa que no sea Tu presencia en mi vida.
Aplicación a la vida
Cuando nosotros como cristianos declaramos que Jesús es el Señor, ¿nos rendimos entonces al proceso de volvernos como Cristo? ¿Estamos siendo transformados por la renovación de nuestras mentes?