Así dice Jehová, Rey de Israel y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios.
Isaías 44:6
Los críticos de la Biblia a veces se quejan de que Dios está constantemente jactándose de Sí mismo. Pero esto no es una jactancia vacía. Simplemente está declarando la realidad. Es un intento por parte de Dios para salvar a Sus criaturas de la locura y el peligro de seguir dioses falsos. El pasaje de hoy continúa describiendo la estupidez en la que habían caído los israelitas de adorar ídolos. El profeta describe al herrero que derrite el metal, lo pone en un molde para hacer un ídolo con él, y en el proceso se cansa. Isaías nos muestra qué cosa tan ridícula es que el hombre haga un dios que no tiene poder para ayudarlo, incluso mientras lo está haciendo. Después describe a un carpintero que talla la figura de un hombre de un pedazo de madera, después de lo cual utiliza las virutas que ha tallado del pedazo de madera para hacerse un fuego para calentarse a sí mismo. Entonces se arrodilla y alaba al ídolo, esperando liberación de algo que sus propias manos han hecho. ¡Qué concepto más ridículo!
Cuando leemos un pasaje como este, estamos tentados a decir: “Ciertamente esto no se aplica a nosotros. Nosotros no somos adoradores de ídolos”. Pero no estamos tan lejanos a este tipo de práctica. Mientras conduzco a la iglesia los domingos por la mañana a menudo noto a gente en sus patios adorando un ídolo de metal brillante y resplandeciente. Le echan caros líquidos, lo abrillantan, y se arrodillan frente a él. ¿Alguna vez has notado el cambio que se ocasiona en ellos una vez que entran en él y se van conduciendo con él? Personas apacibles e inofensivas, que nunca dicen una sola palabra con ira, salen a toda prisa de sus aparcamientos, dejando un rastro de goma tras de sí, transformadas con la ilusión de poder. Un objeto que adoramos es el automóvil, el cual para muchos es un símbolo de lujo, belleza y poder.
Silicon Valley es una de las grandes áreas del mundo donde se fabrican ídolos, mandando computadoras, estas extrañas máquinas con luces parpadeantes y extraños símbolos, a los adoradores del conocimiento en los extremos más recónditos de la tierra. Hoy en día muchos adoran el dios del sexo, pensando que el sexo les satisfará y llenará sus necesidades. Pero el dios del sexo no los libertará. Es cierto que ya no tenemos ídolos de madera y piedra, pero las ideas que hay tras ellos permanecen como ídolos centrales del pueblo americano.
El profeta declara del idólatra, versículo 20: “De ceniza se alimenta; su corazón engañado lo desvía, para que no libre su alma ni diga: ‘¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?’” (Isaías 44:20). La locura de adorar a cualquier otro dios que no sea el verdadero Dios es que la gente se engaña a sí misma. Está insatisfecha, sintiendo que se ha alimentado de cenizas. El alma, así como el cuerpo, necesita comida. Busca aquello que satisface. Pero aquellos que buscan satisfacción en las drogas o el sexo descubren que se han estado alimentando de cenizas. Han sido engañados al no reconocer que es “una mentira en su mano derecha”. La mano derecha es el símbolo de aquello que agarras, de a quien acudes por ayuda. Pero aquellos que siguen ídolos son incapaces de ver que no satisfarán, sino que te dejarán con el sabor de cenizas en la boca. Muchos hombres de negocios adoran al dios del poder. Están avanzando en su profesión hasta la posición más alta, buscando el honor y el reconocimiento. Cuando tienen todo lo que quieren, sin embargo, encontrarán que se ha convertido en cenizas. Muchos estudiantes adoran el conocimiento. Se sienten seguros de que las cosas maravillosas que están aprendiendo les ayudarán a controlar su vida. Pero todo se convierte en cenizas. No reconocen que es “una mentira en su mano derecha”. La única esperanza, como está claro en este pasaje, se encuentra en el Dios que nos formó.
Padre bondadoso, Tú eres el único Dios. Perdóname por adorar la creación en vez de al Creador, y enséname a arrodillarme sólo frente a Ti.
Aplicación a la vida
El primer mandamiento dice que no debemos tener ningún otro dios delante de Dios mismo. ¿Estamos intentando llenar ese vacío con forma de Dios dentro de nosotros con todo y todos excepto con Dios?