Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo, y él envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado.
Hechos 3:19-20
La sanación del hombre cojo provee el trasfondo para el discurso de Pedro en el que hace este anuncio: “Así que, arrepentíos y convertíos a Dios para que sean borrados vuestros pecados”, y dos grandes cosas ocurrirán: “tiempos de consuelo” vendrán de la presencia del Señor, y finalmente les mandará a Jesucristo para restaurar todas las cosas. Ésa es una declaración extraordinaria. Pedro está mirando a través del tiempo y dice: “Aquí están los principios mediante los cuales Dios va a operar: Cuando haya un arrepentimiento, inmediatamente habrá una solución al problema de la culpabilidad. Dios borra los pecados”.
No conozco nada que sea más difícil de creer para la gente que esto. Es asombroso cuando tantos cristianos han oído durante toda su vida que Dios perdona los pecados, elimina sus pecados, soluciona este problema de la culpa que está en la raíz de toda la maldad humana, ¡y, sin embargo, no se lo creen! Todavía están intentando encontrar alguna forma de prestigio o mérito frente a Dios, o hacer algo en ellos mismos que les hará aceptables para Él. Pero Pedro dice que Dios despierta la culpa sólo porque Él tiene la solución para esto, la cual es borrar los pecados en el nombre de Jesús. La fe en el nombre de Jesús borra tus pecados. “Y a partir de eso”, Pedro dice, “dos cosas ocurrirán: primero, habrá tiempos de consuelo”, es decir, períodos en la historia humana que estarán caracterizados por una paz y prosperidad relativa, tiempos de orden y júbilo y felicidad y un contento relativo en la sociedad.
Después del despertar espiritual de los Wesley, Inglaterra fue salvada del desastre de la revolución por la que acababan de pasar los franceses. El país se dio la vuelta, y surgió un período de relativa prosperidad y júbilo y alegría. Todavía había muchos problemas, es cierto, pero fue un tiempo de revitalización. Ha habido otros tales tiempos en la historia. Pero estos tiempos de renovación, épocas de refresco, vienen sólo cuando un pueblo se vuelve a Dios y busca que sus pecados sean borrados.
“Es más”, dice Pedro, “resultará, al final, en el regreso de Jesucristo”. Sólo cuando el pueblo de Dios se vuelva a Él será que Dios hará regresar a Su Hijo de nuevo de los cielos. Esto confirma lo que he sospechado durante mucho tiempo de las Escrituras: que cuando Jesucristo regrese, no estará volviendo a un tiempo de marea menguante de la fe. No vendrá cuando la fe esté casi calcinada y el pueblo de Dios esté pasando por un tiempo de esterilidad, un desierto espiritual. Más bien, Él va a regresar en un tiempo que será el punto álgido de un despertar, un tiempo en el que el pueblo de Dios haya vuelto a Él, y haya habido una eliminación de pecados, y haya un derramamiento de plenitud del poder del Espíritu. En medio de eso, Jesucristo regresará. El mundo a Su alrededor estará estéril y desconsolado, desalentado, pero habrá un tiempo de vida y vitalidad en el pueblo de Dios.
Padre, gracias porque estás deseoso de liberar a los hombres y mujeres de sus pecados. Gracias porque prometes tiempos de refresco y el pronto regreso de Jesús, que significará el cumplimiento de las esperanzas y sueños de cada corazón.
Aplicación a la vida
Cuando la iglesia y la cultura son mutuamente disfuncionales, podemos decir que es por una falta de arrepentimiento extendida. ¿Y si “el enemigo somos nosotros”? ¿Somos parte de la plaga, o de las abundantes bendiciones de Dios?