Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: —Míranos.
Hechos 3:4
Aquí estaba este hombre esperando en la puerta del templo. Lo sorprendente de esto es que cuando él pidió limosnas a Pedro, Pedro se paró y le dijo: “Míranos”. Esto es muy importante, porque está justo en línea con las actividades de Jesús cuando quería sanar a cualquier persona. Él nunca se acercaba a una persona y meramente la tocaba y la sanaba sin antes llamar atención sobre Sí mismo. Siempre captaba la atención de los individuos que quería sanar; les dirigía a enfocar su mirada sobre Él. La razón es que esto despierta un sentido de expectación. Siempre agiliza la fe. Esto es lo que ocurrió aquí. Este hombre esperaba recibir algo de Pedro y Juan. No sabía qué era lo que iba a recibir, pero su fe fue agilizada por las palabras de Pedro. Esto es muy necesario para recibir cualquier cosa de Dios. Debes esperar algo de Él.
Una de las razones por las que hay gente que asiste a la iglesia todos los domingos, pero cuya vida es apenas diferente de cuando vinieron al principio, es que nunca le han dado su atención a Dios. Nunca han esperado recibir nada cuando venían. Desafortunadamente, hay aquellos, tanto jóvenes como viejos, que apagan sus mentes cuando entran a un servicio de la iglesia. Empiezan a pensar en todo tipo de cosas; empiezan a hacer viajes mentales y a jugar juegos mentales. ¡Siempre he pensado que sería de lo más interesante saber dónde ha estado todo el mundo después del servicio! Pero, desafortunadamente, la verdad que es capaz de cambiar vidas, que sale de las Escrituras, les pasa por alto, les pasa justo al lado, y pueden estar ahí sentado durante años y nunca cambiar.
Hay personas jóvenes que han crecido en la iglesia, pero que no son diferentes, no exhiben ninguna evidencia de que Dios está obrando. Esto es mayoritariamente porque nunca han oído la palabra “mírame” y prestado atención. Es por esto que Jesús siempre les decía a las multitudes a las que predicaba: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15); que escuche. Esto siempre es necesario para la obra de la fe.
En el momento en que Pedro tuvo la atención de este hombre, hizo dos cosas que son de lo más interesante. Primero, reconoció su bancarrota en el ámbito material: “No tengo plata ni oro”, dijo. “Eso es lo que estás buscando, pero no te puedo ayudar con eso”. Entonces demostró su increíble suficiencia en el ámbito espiritual: “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”. En ese momento eléctrico, al mirar este hombre a Pedro y Juan y oír estas palabras, a la mención del nombre de Jesús, algo extraordinario ocurrió. La fuerza fluyó a sus tobillos, y Pedro, sintiéndolo, le tomó de la mano derecha y le levantó. El hombre se alzó y comenzó a saltar y gritar y brincar, probando la nueva fuerza en sus piernas que nunca había conocido, porque había sido cojo desde que nació.
Padre, gracias por el nombre de Jesús. No ha perdido nada de su poder. Todavía está transformando a hombres y mujeres, como siempre lo ha hecho, no sólo espiritualmente, sino a veces físicamente. Gracias por esas demostraciones de Tu poder aun hoy. Sabemos que puedes tomar un cuerpo que está enfermo y sanarlo. Pero también puedes tomar un espíritu enfermo y restaurarlo.
Aplicación a la vida
Cuando la gente nos mira, ¿están atraídos por el poder y la presencia del Señor Jesucristo? ¿Desviamos a propósito su atención y expectación de nosotros a Él?