Aconteció que tres días después, Pablo convocó a los principales de los judíos, a los cuales, luego que estuvieron reunidos, les dijo: ―Yo, hermanos, no habiendo hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres de nuestros padres, he sido entregado preso desde Jerusalén en manos de los romanos; los cuales, habiéndome examinado, me querían soltar por no haber en mí ninguna causa de muerte. Pero, oponiéndose los judíos, me vi obligado a apelar a César, aunque no porque tenga de qué acusar a mi nación. Así que por esta causa os he llamado para veros y hablaros, porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena.
Hechos 28:17-20
En su carta a los romanos Pablo dijo: “No me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, del judío primeramente y también del griego” (Romanos 1:16). Pablo siempre ha mantenido que era su responsabilidad ir al judío primero y después al griego. Aquí tenemos el último relato en las Escrituras de esa prioridad. Invitó a los líderes locales judíos para que vinieran a verle. No podía ir a ellos, porque estaba encadenado a una guarda romano. Es interesante que respondieran. No le conocían, aunque quizás habían oído sobre él. Aun así, se reunieron porque había sido un miembro del sanedrín. Simplemente explicó su apuro, dejándoles saber que era una víctima inocente de esta extraña hostilidad de los judíos hacia él. No había hecho nada en contra de su nación. Él mismo era un judío que deseaba bendecir a su pueblo y ayudarles, pero los encontró extrañamente hostiles. Hasta los romanos, cuando los judíos le entregaron a ellos, querían dejarle ir, porque no podían encontrar causa de muerte en él, pero los judíos objetaron. Pablo lo deja claro que eran los judíos quienes estaban en contra de él, no él en contra de ellos. No tenía ningún cargo que traer en contra de su pueblo.
¿No es increíble? ¡Qué misericordioso es su espíritu de perdón! Al leer este libro oímos cómo los fanáticos judíos le habían acosado y le habían causado problemas en cada ciudad a la que fue. Habían suscitado a la población en contra de él, le habían dado palizas, y habían causado que fuera azotado y apedreado. Pero no dice ni una sola palabra resentida en contra de este pueblo. Los absuelve libremente de cualquier cargo. Entonces apunta a la verdadera razón por la cual los judíos se opusieron a él tan consistentemente: “por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena”. Con esa frase quiere decir: “la venida prometida del Mesías”. ¿No es notable ahora, casi dos mil años después, que éste todavía es un tema crucial en Israel, la promesa del Mesías? Este tema nunca ha sido determinado y nunca será decidido. Permanece una espina en el costado de cualquier comunidad judía. Si quieres causar un disturbio y despertar un argumento, para evocar tanto resentimiento y sin embargo curiosidad, simplemente tienes que sacar a relucir el tema del Mesías y encontrarás aun hoy el mismo tipo de reacción que Pablo experimentó. Los judíos inmediatamente estuvieron profundamente preocupados e involucrados. Muchos, como en el caso de Pablo, están volviéndose a Cristo en estos días, al reexaminar este tema. Es todavía un tema en juego en nuestros propios tiempos.
Gracias, Padre, por Tu amor por todos los pueblos. Te pido que abras los ojos del pueblo judío a la verdad que es en Jesús.
Aplicación a la vida
¿Cuál es nuestra respuesta a las personas que son hostiles hacia Cristo y a nuestra profesión personal de fe en Él? ¿Seguimos el ejemplo de nuestro Señor, como lo hizo el apóstol Pablo, perdonando y orando por ellos?