Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los impuros, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?
Hebreos 9:13-14
El efecto práctico del ministerio de Cristo para nosotros es dado en estas palabras: “limpiará vuestras conciencias de obras muertas”. El problema que es enfrentado en este pasaje, por lo tanto, es cómo manejar una conciencia inquietante.
Cada uno de nosotros tiene una conciencia. Puede que no podamos analizarla, y ciertamente no podemos controlarla, pero sabemos que poseemos una. La conciencia ha sido definida como “esa calmada, pequeña voz que te hace sentir todavía más pequeño”, o, como lo dijo un niño pequeño: “Es lo que se siente mal cuando todo lo demás se siente bien”. La conciencia es esa voz interna que pasa juicio sobre nuestra voluntad. Hay un mito muy común que dice que la conciencia es el medio mediante el cual distinguimos lo que está bien y lo que está mal. Pero la conciencia nunca es eso. Es un entrenamiento que nos dice lo que está bien o mal. Pero cuando sabemos lo que está bien o mal, es nuestra conciencia la que insiste que hagamos lo que pensamos que está bien y evitemos lo que pensamos que está mal.
La conciencia puede estar muy equivocada; no es una guía segura por sí misma. Nos acusa cuando violamos cualesquiera que sean las normas morales que tenemos, pero esas normas morales pueden estar bastante mal cuando son vistas en la luz de la revelación de Dios. Pero la conciencia también da aprobación cuando cumplimos cualesquiera que sean las normas que tenemos, aunque esas normas estén bien o mal. Y la conciencia, todos hemos descubierto, actúa tanto antes como después del hecho; puede aguijonear o castigar.
En el caso de estos hebreos, el problema no es una conciencia afligida sobre hechos malvados sino “obras muertas”. Debemos de acordarnos que los lectores de esta carta eran cristianos que ya conocían cómo tratar con el problema de los pecados. Cuando son conscientes de que han desobedecido deliberadamente lo que sabían que estaba bien, saben que la única forma en la que pueden callar una conciencia vengativa es el confesar el pecado frente a Dios y tratar con el problema inmediatamente. El aspecto de una conciencia afligida puede ser fácilmente solucionado por los cristianos al aceptar la gracia perdonadora de Dios. Pero el problema aquí puede que sea una conciencia plagada con culpa sobre el bien que no se ha hecho, no pecados de comisión sino pecados de omisión.
Intentaron poner su conciencia a descansar mediante la actividad religiosa; son provocados por una conciencia incómoda a un programa para placer a Dios. Aquí hay gente que tiene la meta de hacer lo que está bien y así complacer a Dios, y por tanto han lanzado un intenso programa de actividad religiosa. ¿Qué diferencia perceptible en motivación hay entre un pobre pagano cegado, quien, en su idea equivocada de la verdad, anda a rodillas perpetuamente por un camino para aplacar a Dios, y un cristiano americano que se atarea en una ronda continua de actividad para intentar ganar un sentimiento de aceptación frente a Dios? ¡Ninguna!
Una mujer me dijo: “No sé qué es lo que me ocurre. Hago todo lo que puedo para servir al Señor, pero todavía me siento culpable, ¡y después me siento culpable por sentirme culpable!”. ¡Precisamente! Es bastante descorazonador, ¿no es así?, el ver que todo este esfuerzo loable de nuestra parte es descartado aquí como “obras muertas”. Es desconcertante ver que tal esfuerzo no está aceptablemente sirviendo a Dios. Dios no está impresionado por nuestro esfuerzo febril.
Gracias, Padre, que puedo tener una conciencia limpia frente a Ti, no a causa de nada que haya hecho, sino a causa de lo que Tú has hecho por mí por medio de Tu Hijo.
Aplicación a la vida
¿Nos lanzan nuestros sentimientos de culpa a un fervor religioso? ¿Por qué nunca es suficiente limpiar nuestra conciencia acusadora? ¿Estamos aprendiendo a vivir y a servir a causa de la gratitud por la maravillosa gracia del perdón de Dios?