Por eso, Cristo es mediador de un nuevo pacto, para que, interviniendo muerte para la remisión de los pecados cometidos bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna.
Hebreos 9:15
No te puedes aprovechar de todo lo que Jesucristo provee para ti en términos de renuncia a una conciencia culpable, a menos que haya una muerte. La voluntad es inútil sin ella. De hecho, dice, la muerte es tan importante que hasta la sombra, la imagen en el Antiguo Testamento, requiere sangre. No, por supuesto, la sangre de Jesucristo, sino la sangre de toros y cabras. La sangre es inevitable.
Eso nos trae al punto: ¿Por qué? Nunca llegaremos a la respuesta hasta no enfrentarnos honestamente con las implicaciones del carácter sustitutivo de la muerte de Jesucristo. Su muerte no fue por Su propio bien; fue para el nuestro. Él era nuestro representante. Esto es lo que Dios tan desesperadamente está intentando expresarnos.
La cruz es la forma que Dios tiene de decir que no hay nada en nosotros que valga la pena salvar, aparte de Cristo. Él nos toma tal y como somos, hombres y mujeres aparte de Cristo, y dice: “No hay nada que puedas hacer por Mí, ni una sola cosa”. Ya que cuando Cristo se volvió lo que nosotros somos, cuando fue hecho pecado por nosotros, Dios pasó sentencia sobre Él y le condenó a muerte. Ésta es la forma de Dios de decirnos: “No hay ni una sola cosa que puedas hacer por tu propio esfuerzo que tenga ningún valor”. Todo lo que jamás podemos ser, sin Cristo, es totalmente dejado de lado. La muerte nos elimina; nos aniquila.
Es por eso que nuestra actividad no mejora nuestra relación con Él ni en el grado más mínimo. No nos hace más aceptables. Fíjate lo que hace esto a nuestro orgullo humano. ¿Quién no ha oído a los cristianos hablar de tal forma que daban la impresión de que lo mejor que jamás le había ocurrido a Dios fue el día que les encontró? Pero no le somos indispensables a Dios; Él nos es indispensable a nosotros. Si acabamos en bancarrota para hacer cualquier cosa para Dios, somos entonces capaces de recibirlo todo de Él.
El tema de todo el pasaje es: Si nos negamos a pensar de esta forma, el contar esto como verdad, si rechazamos esto, entonces no hay ningunos beneficios del Nuevo Pacto disponibles para nosotros. Un pacto no está en efecto hasta que no hay la muerte del testador, la muerte del hacedor del testamento. Somos nosotros, por medio de Cristo nuestro representante, quien murió esa muerte. Pero si no la aceptamos, si no estamos de acuerdo en esto y aceptamos la sentencia de muerte que Dios pasó sobre todo lo que somos, entonces no podemos tener los beneficios. Si luchamos en contra de esta sentencia de muerte, para el resto de nuestras vidas cristianas estaremos afligidos con una conciencia culpable. Nunca descansaremos en ninguna aceptación final frente a Dios. Siempre estaremos luchando con el problema de si hemos hecho suficiente y de si hemos sido agradables a Dios por medio de nuestra actividad. Pero si aceptamos esto, el efecto es de prestar servicio por puro placer.
Padre, abre mis ojos a este nuevo principio de comportamiento humano. Enséñame a entender esto y a aceptar la sentencia de muerte que pasaste sobre todo lo que hay en mí que no es de Cristo.
Aplicación a la vida
¿Estamos aprendiendo a ser liberados de nuestros propios esfuerzos inútiles para placer a Dios? ¿Estamos experimentando la herencia del nuevo arreglo de Dios para vivir, reponiendo nuestras obras muertas con el poder de la Presencia moradora de Cristo?