Porque no entró Cristo en el santuario hecho por los hombres, figura del verdadero, sino en el cielo mismo, para presentarse ahora por nosotros ante Dios. Y no entró para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar santísimo cada año con sangre ajena.
Hebreos 9:24-25
El escritor muestra que el antiguo sistema requería la incesante repetición del sacrificio. El efecto de estos sacrificios nunca duraba mucho. Un hombre tenía que traer un nuevo sacrificio cada vez que pecaba, y una vez al año toda la nación tenía que ofrecer el mismo sacrificio, año tras año. El antiguo arreglo requería repetición. Pero el nuevo arreglo está más allá del tiempo, así mismo como más allá del espacio. La cruz de Cristo es un sacrificio contemporáneo; es ofrecido en un momento en la historia, pero el efecto de ello, los resultados y las bendiciones de ello, están disponibles en cualquier momento, para adelante o para atrás de ese momento en la historia. ¡Qué gran ventaja es ésta sobre el antiguo sistema!
Yo nací en las llanuras barridas por el viento de Dakota del Norte. Me acuerdo de niño de ver a veces de noche las llamas de los fuegos de la pradera iluminando el horizonte, barriendo a través de la hierba de esas praderas. Tales fuegos en la pradera eran terribles amenazas a los pioneros que cruzaban las llanuras en sus carretas cubiertas. A menudo estos fuegos quemaban millas y millas, amenazando todo en su camino. Cuando veían tales fuegos viniendo hacia ellos, impulsados por el viento, tenían una estrategia que utilizaban para protegerse. Simplemente encendían otro fuego, y el viento lo tomaba y lo impulsaba más allá de ellos, y entonces se quedaban en el sitio que había sido quemado, y cuando el fuego llegaba hacia ese sitio, no encontraba nada que quemar y se apagaba.
Dios está diciendo que la cruz de Jesucristo es tal sitio quemado. Aquellos que confían en Él y descansan en el juicio que ya ha sido visitado sobre Él, no tienen ningún otro juicio con el que enfrentarse. Es por eso que Pablo puede escribir con tal gran triunfo en Romanos 8: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). En el ámbito del espíritu todo se nos ha perdonado ya. Sólo necesitamos ahora reconocer el mal, confesarlo, y el momento que lo hacemos, el perdón ya es nuestro. Sólo necesitamos decir “Gracias” por ello y tomarlo.
Padre, te pido que aprenda a descansar sobre este nuevo arreglo y, por lo tanto, estar equipado para entrar en cada situación, enfrentar cualquier circunstancia o cualquier problema con la suficiencia que es Tuya disponible para mí.
Aplicación a la vida
¿Estamos cargados con un juicio propio continuo por el pecado que ha sido para siempre cubierto por el sacrificio expiatorio de Jesús? ¿Cómo nos libera la confesión de pecados para experimentar Su perdón y regocijarnos en el juicio que ha llevado por nosotros?