Diciendo primero: “Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron” —cosas que se ofrecen según la Ley—, y diciendo luego: “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad”, quita lo primero para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
Hebreos 10:8-10
Aquí hay lo que Dios realmente deseaba. Dios nunca quiso para nada todos los ríos de sangre que fluyeron de los altares judíos. No tenía ningún interés en ellos excepto que enseñaban algo. ¿A qué apuntaban los sacrificios? ¡Un cuerpo humano en el que había una voluntad humana que continuamente eligiera depender del Dios que mora en nosotros, para obedecer la Palabra escrita! Eso era lo que Dios quería. Cuando Cristo vino, se detuvo en el umbral de los cielos y dijo: “Un cuerpo has preparado para mí”. Dentro de ese cuerpo había un alma humana con la capacidad para razonar, para sentir y para elegir. Esa voluntad, en ese cuerpo humano, nunca ni una vez actuó por Sí mismo, nunca ni una vez tomó un paso aparte de la dependencia del Padre que moraba en Él. Ése es el principio que Dios ha deseado desde el principio; eso es lo que quiere.
No tiene ningún interés en el ritual, en las velas, en los libros de oración, en cuentas, en entonaciones, en ninguna ceremonia. Las ceremonias no tienen ningún significado para Dios. Lo que quiere es un corazón que es Suyo, una vida que es Suya, y un cuerpo que está disponible para Él. Es por eso que Pablo, en Romanos 12:1, dice: “Por lo tanto, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro verdadero culto”.
Cuando el Señor Jesús actuó sobre ese principio, permitió que la dirección de Su vida viniera de la Palabra de Dios: “He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad”. Cada tentación en la que entró, cada problema que se le presentó, se refirió a lo que Dios había dicho: “Escrito está...”, “Escrito está...”, “Escrito está…”. Ese programa le llevó a la cruz, llamándole a ofrecer Su vida. Por medio de ese sacrificio ahora somos libres de unirnos a Él en ese programa que es la intención original de Dios para el hombre.
En el versículo 10, la palabra santificar es ampliamente malentendida. Normalmente se considera como algún tipo de máquina de lavar por la que la gente pasa, y salen más santos y puros. Pero no es eso. La palabra santificar simplemente significa “utilizar para el uso apropiado y previsto”. Eso es todo lo que significa. Estás santificando la silla en la que estás sentado ahora mismo. Santificas tu peine cuando te peinas el pelo. Santificación simplemente significa “utilizar para el uso previsto”. Este versículo está simplemente declarando que cuando adoptamos la misma actitud de Jesucristo, cuando, en dependencia de Él, estamos listos para obedecer la Palabra de Dios, cumplimos nuestra humanidad. Estamos siendo utilizados en la forma que Dios tenía la intención que fuéramos utilizados. Hay una marca de eso que es inconfundible: ¡Estamos dispuestos a sacrificar nuestra vida para que la voluntad de Dios sea hecha! No quiero decir que debamos apresurarnos a morir. Significa darte a ti mismo, renunciar a algo por el momento que quieras hacer. Significa que estamos contentos de perder nuestra posición, si es necesario, a los ojos del mundo. Ya no consideramos que eso sea importante en nuestra vida. Significa que renunciamos a la comodidad material o ganancia, si esto avanza la causa de Cristo: Vivimos en una casa más simple, para poder invertir dinero en Sus empresas. Estamos dispuestos a ser ignorados o despreciados o tratados de forma injusta si, al hacerlo, la causa de Dios será avanzada.
Esto es lo que Dios quiere; esto es lo que desea. No grandes catedrales, bellos edificios, floridos rituales y ceremonias; Dios no desea ninguna de esas cosas. Dios quiere vidas, cuerpos, corazones que son Suyos, disponibles para Él para obrar en la tienda, la oficina, las calles, las escuelas y en todas partes donde hay gente, para que Su vida pueda ser hecha visible en términos de esa persona, en ese sitio. Eso es el cristianismo.
Padre, sea que conozca el gozo de cesar de mis propios esfuerzos, descansando en silencio sobre Tu habilidad de obrar en mí.
Aplicación a la vida
El cumplimiento de nuestro destino completo para el tiempo y la eternidad es posible porque Jesucristo nuestro Salvador dijo: “He aquí, vengo, O Dios, para hacer tu voluntad”. ¿Nos damos cuenta del poder liberador de vivir o morir que nos viene por medio de Él cuando decimos: “Hágase Tu voluntad”?