Es imposible que los que una vez fueron iluminados, gustaron del don celestial, fueron hechos partícipes del Espíritu Santo y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del mundo venidero, y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla.
Hebreos 6:4-6
He aquí la elaboración de una horrible posibilidad. Es imposible restaurar de nuevo a arrepentimiento a estos que experimentaron ciertas bendiciones dadas por el Espíritu, si se apartan. El problema del pasaje es: ¿Cómo puede alguien experimentar todo esto y no ser cristiano? Si es cristiano, ¿cómo puede apartarse, sin ninguna esperanza de restauración? Es sobre estos asuntos que la batalla se ha calentado a través de las edades cristianas.
¿Podemos tomar estas expresiones aquí como describiendo cualquier otra cosa que la vida cristiana auténtica, producida por el Espíritu? Me gustaría proponer una explicación de esto que me ha poseído durante mucho tiempo. Las Escrituras frecuentemente utilizan la analogía del nacimiento humano y el crecimiento para explicar el nacimiento espiritual y crecimiento. Tenemos eso incluso aquí. La utilización de la leche por los niños es una analogía tomada de la vida física. He aquí la pregunta que a mí me gustaría hacer: “¿No es posible que frecuentemente confundamos la concepción con el nacimiento?”.
Si la vida espiritual sigue el mismo patrón que la vida física, todos sabemos que la vida física no comienza con el nacimiento; comienza con la concepción. ¿No hemos, quizás, equivocado la concepción con el nacimiento, y, por tanto, hemos estado muy confundidos cuando ciertas personas comenzaron bien, pero acabaron muertos en el nacimiento? ¿Hay en la vida espiritual, como en la vida natural, un período de gestación antes del nacimiento cuando la verdadera vida impartida por el Espíritu puede fallar y resultar en un nacimiento muerto?
¿No hay un tiempo cuando los nuevos cristianos son más como embriones, formándose poco a poco en la matriz, alimentados por fe y la vitalidad de otros? Si éste es el caso, entonces el momento crítico no es cuando la Palabra se encuentra primero con la fe ―eso es la concepción―, sino cuando la posibilidad de una nueva vida surge. Pero el momento crítico es cuando al individuo se pide que obedezca al Señor con un precio para sí mismo, contrario a su propia voluntad y deseo, o sea, cuando el señorío de Cristo hace demandas sobre él y entra en conflicto con su propio deseo y propósito, sus propios planes y programas. “Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mateo 16:24). En gracia, el Señor puede que haga esta apelación sobre el curso de varios años. Pero si al final se rechaza, esto es un nacimiento muerto. Los meses, y hasta los años, que pueden ser pasados en el disfrute del gozo de la conversión, eran simplemente la vida cristiana en embrión. El nuevo nacimiento ocurre, si es que ocurre, cuando primero cesamos de nuestras propias obras y descansamos en Jesucristo. Es entonces cuando comienza la vida de fe.
Si este paso se rechaza y la decisión se hace de rechazar las declaraciones de Cristo al señorío y control, lo que sigue es un endurecimiento, un proceso de ceguera que, si se permite que continúe, puede llevar a tal persona a abandonar la iglesia y, en efecto, a renunciar a su fe cristiana. Aunque sólo Dios sabe la verdadera condición del corazón, si eso ocurre, el caso, dice, es sin esperanza.
Esto nos trae a la imposibilidad de regreso. “Es imposible que sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndolo a la burla”. ¿Por qué es que Dios no les permitirá seguir comprendiendo más verdad? Es simplemente porque están repudiando el principio de la cruz. Se convierten, como lo llama Pablo en Filipenses, en “enemigos de la cruz de Cristo” (Filipenses 3:18). Desde ese momento sus vidas deterioran y avergüenzan la profesión que una vez hicieron.
Éstas son palabras desafiantes, Padre, y pido que tenga la voluntad de seguirte, incluso hasta la cruz.
Aplicación a la vida
¿Estamos comprometidos a una relación de por vida y que produce cambios en nuestras vidas con Jesucristo, quien mora con y en nosotros como nuestro Salvador y Señor? ¿Es nuestra experiencia diaria de acuerdo con la luz que hemos recibido? ¿Estamos siendo transformados por la renovación de nuestras mentes con la Verdad?