Cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo diciendo: “De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente”. Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa.
Hebreos 6:13-15
Génesis crónica que Dios apareció a Abraham y le hizo una promesa: “Serán benditas en ti todas las familias de la tierra” (Génesis 22:17-18). La semilla inmediata era Isaac, nacido de la vejez de Abraham; pero la Semilla definitiva es Cristo. Es por medio de la fe en Jesucristo que esta promesa es cumplida, y todas las familias de la tierra son bendecidas en Abraham. Esta promesa fue confirmada más tarde mediante un juramento, Dios jurando por Sí mismo que cumpliría lo que había dicho. El escritor está simplemente declarando que Abraham creyó la promesa de Dios y Su juramento.
¿Por qué lo creyó? ¡No porque lo viera inmediatamente cumplido! Hubo veinticinco largos y cansados años antes de que Isaac fuera nacido, y mientras tanto, Abraham y su mujer Sara estaban envejeciendo y habían pasado el tiempo de la vida cuando era posible tener hijos. Todavía la promesa no había sido cumplida. Abraham no la creyó porque viera resultados inmediatos. ¿Entonces por qué creyó Abraham la promesa de Dios? Abraham creyó que Dios le había dicho la verdad sobre Sí mismo, y Dios era fiel a Su propio carácter, que había expresado tanto por medio de la promesa como por el juramento.
Sin ver ningunos resultados durante veinticinco años, Abraham se aferró al carácter de Dios. Nunca se dijo a sí mismo durante ese tiempo: “Lo he intentado, y no funciona”, o “Me tengo que convencer a mí mismo de que es verdad, aunque secretamente creo que no lo es”. Dijo: “El Dios que conozco es el tipo de Dios que hará lo que dice que hará”. Durante veinticinco años Abraham se aferró a aquella promesa. ¡Y ganó!
He oído que se dice sobre la oración: “He intentado orar, pero no parece funcionar”. Me parece que eso es expresar las cosas de forma equivocada. Eso es realmente repetir el mito común de nuestro día: “el ver es creer”. No existió mayor mentira forzada sobre la raza humana por el padre de las mentiras que esto, que el ver es creer. Estamos totalmente convencidos que ésa es la forma de llegar al conocimiento de la verdad, pero el hombre que ve ya no necesita creer. La fe no es visión, ni es la visión fe.
¿Tú preguntas por qué creo en la oración? Bueno, no porque lo haya intentado y haya funcionado. Creo en la oración porque Jesucristo dice que la oración es el secreto de la vida, y yo le creo a Él. Jesucristo dice que el hombre debe orar o desmayarse, lo uno o lo otro. Porque es Jesucristo quien dice esto, le creo, y, por lo tanto, oro, y encuentro que funciona. La prueba de la oración no viene de mi experiencia; eso es simplemente la demostración de lo que ya he creído, y lo creo a causa de Quién lo dijo. El creer, por tanto, es ver.
Esto es verdad en muchos niveles de la vida. Albert Einstein no llegó al conocimiento de la relatividad al llevar a cabo una serie de experimentos que al final le convencieron de que la relatividad era verdad. Gradualmente vio la idea de la relatividad y, convencido en su propia mente de que éste era el secreto del universo físico, llevó a cabo experimentos para que se lo pudiera demostrar a otros. Éste es el camino de la verdad. El creer es ver.
Esto, por tanto, es el secreto de la fe; descansa sobre el carácter de Jesucristo. O nos está diciendo la verdad, y podemos confiar en lo que nos dice Aquel quien no es como ninguna otra persona que jamás apareció en la historia humana, o debemos rechazarle y repudiarle como un impostor que se engaña a sí mismo, quien intentó imponer unas ideas crudas y estúpidas sobre la raza humana. Es ahí donde descansa la fe. Desde ese terreno todo lo demás debe seguir.
Me acuerdo, Señor Jesús, de cuántas veces dijiste a Tus discípulos: “O hombres de poca fe”. Oigo esas palabras de nuevo en mi propio corazón, Señor. Concédeme que tenga la valentía de creer y de actuar sobre lo que creo.
Aplicación a la vida
¿Están basadas nuestras oraciones sobre la fe? ¿Está nuestra fe basada en nuestras oraciones, en vez de sobre el carácter de Dios, a quien le oramos? ¿Estamos aprendiendo a confiar en la sabiduría de nuestro Padre tanto en las oraciones respondidas como en aquellos que no han sido respondidas?