Por tanto, tomad toda la armadura de Dios… vestidos con la coraza de justicia.
Efesios 6:13-14
Ahora mire a la segunda pieza de la armadura, la coraza de la justicia. ¿Se la ha puesto usted? ¿Qué significa eso? Eso significa Cristo, como fundamento de su posición de justicia ante Dios y de la aceptación que usted tiene ante Dios. Si usted tiene puesta esa coraza, puede descansar seguro de que su corazón y sus emociones están a salvo y adecuadamente protegidos contra el ataque. Éste es quizá el lugar de ataque más frecuente contra la fe cristiana. Los cristianos sienten a menudo que les falta seguridad. Se sienten indignos de Dios. Sienten que son un fracaso en la vida cristiana, que Dios de cierto los rechaza y que ya no se interesa por ellos. Son muy conscientes de sus fallos y defectos. El crecimiento ha sido muy lento; la primera alegría de la fe se ha desvanecido, y sienten que Dios está enojado con ellos o que está lejos. Hay un sentimiento de culpabilidad. Su conciencia siempre está acusándoles, haciéndolos desdichados y tristes. Sienten que Dios les culpa. Esto es simplemente un ataque satánico, un medio de oponerse y destruir lo que Dios intenta hacer.
¿Cómo responde usted a un ataque así? Tiene que recordar que se ha puesto la coraza de la justicia. En otras palabras, usted no se apoya en sus propios méritos. Nunca fue así. Nunca tuvo nada digno en sí mismo que ofrecer a Dios. Usted dejó ese punto de vista cuando vino a Cristo. Dejó de intentar ser suficientemente bueno para agradar a Dios. Vino en base a los méritos de Él, apoyado sobre el fundamento de la justicia que Él le da. Así es como empezó su vida cristiana, y eso no ha cambiado ahora. Usted está aún sobre ese fundamento.
Por eso es por lo que Pablo comienza su gran capítulo octavo a los romanos con las palabras: Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús
(Romanos 8:1).
¡No hay condena!
Usted está creyéndose una mentira cuando cree que Dios está enojado con usted y que le rechaza.
Recuerde, usted se mantiene sobre los méritos de Cristo.
Más adelante, en ese capítulo, Pablo pregunta: ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica
(Romanos 8:33).
Cristo, quien murió por nosotros, es el único que tiene el derecho de acusarnos, y Él nos ama.
Señor, a menudo camino por la vida con un vago sentimiento de que te he decepcionado. Ayúdame a ponerme la coraza de la justicia, sabiendo que mi justicia es un regalo que se me concede por la fe en Jesucristo, el Justo, y que Tú te complaces en mí. Amén.
Aplicación a la vida
Tómese unos momentos y dígase a sí mismo: Recuerda que te sostienes completamente por los méritos de Cristo, y estos son completamente justos.