Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo y, habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñida vuestra cintura con la verdad...
Efesios 6:13-14a
Los oficiales del ejército romano vestían faldas cortas muy similares a las faldas escocesas. Por encima de ellas llevaban una capa o túnica que se sujetaba a la cintura con un cinturón. Cuando estaban a punto de entrar en batalla, se remetían la túnica por debajo del cinturón, para dejar las piernas libres y sin trabas para la lucha. Ceñirse la cintura siempre era un símbolo de disposición para luchar. Por eso este mandato es el primero. Usted no podrá batallar sin que primero se ciña la cintura con la verdad.
Cuando usted está amenazado por el desaliento, la frialdad y estados de ánimo similares, ¿cómo se defiende?
Recuerde que, cuando se convirtió en cristiano, se ciñó la cintura con la verdad.
Eso significa recordarse a uno mismo que, al venir a Jesucristo, usted encontró la verdad que hay detrás de todo; lo encontró a Él, que es la verdad misma.
Él es la verdad, la realidad; Él es la llave de la vida.
Bueno
, puede decir alguien, ¿cómo sabe usted eso?
¿Cómo sabe que no está realizando un acto de fe ciega, sin ninguna prueba que lo apoye en absoluto?
Eso no es lo que hace un cristiano.
La fe cristiana no es fe ciega.
Creemos que Cristo es la verdad porque Él demostró que era la verdad.
¿Cómo demostró que era la verdad? Primero, por lo que dijo. ¡Cosas incomparables! Él dio la percepción más clara de lo que es la vida humana jamás dada a los oídos de los hombres. Incluso Sus enemigos lo dicen. Nadie vio jamás tan claramente como Él lo hizo; nadie indagó jamás tan profundamente, o señaló con tanta precisión los elementos que forman la vida y el pensamiento humanos.
Pero no es sólo eso; Él demostró la verdad por medio de lo que hizo. La crónica del Nuevo Testamento es un relato asombroso de Sus poderosos hechos. ¿Milagros? Sí, hay pruebas de la intrusión del reino espiritual en el reino de lo visible. Él lo culminó todo demostrando que había resuelto el único problema que es irresoluble para todos los demás hombres: el problema de la muerte. ¡Resucitó! ¿Qué otro filósofo o pensador ha hecho alguna vez algo así? Por eso es por lo que sé que Jesucristo es la verdad, porque Él resolvió el problema de la muerte.
Pero, no es sólo lo que dijo y lo que hizo, sino además lo que es.
Traigamos esto al presente.
¿Qué ha sido Él para usted y para otros?
Mire al pasado de su propia vida cristiana y a sus comienzos.
¿Le liberó?
¿Le ha hecho libre?
¿Ha sido su amigo?
Se ha argumentado que, a través de los siglos, los hombres han pedido ayuda a otros.
A usted le puede faltar valor y puede llamar a un gran héroe contemporáneo para que le ayude, pero no ocurre nada.
A usted le puede faltar sabiduría y llamar a uno de los grandes filósofos del presente.
Pero la ayuda no llega.
Sin embargo, durante veinte siglos, hombres y mujeres en situaciones desesperadas han clamado: Señor Jesucristo, ayúdame
, y ¡han recibido ayuda!
La liberación llega.
Así es como sabemos que Él es la verdad.
Recuérdelo cuando se sienta derrotado, cuando esté bajo un ataque, cuando las dudas inunden su mente. Recuerde que usted ha ceñido su cintura con la verdad; usted ha encontrado en Él la roca firme.
Gracias, Señor, por la provisión que has hecho para mí, para que ciña mi mente con la mejor verdad. Gracias por SER la verdad y por vivir en mí. Amén.
Aplicación a la vida
¿Ha intentado dar la batalla antes de ceñir su mente con Su verdad? Piense en algunas verdades concretas que le ayuden a combatir al enemigo hoy.