Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo, porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.
Efesios 6:10-12
Estamos sujetos a la influencia de estos gobernadores mundiales de la oscuridad presente a través de nuestra mente, nuestros sentimientos y nuestras acciones. Necesitamos entender cómo funciona esto: A través de la mente, el diablo hace su apelación al orgullo humano. Consideramos nuestro entendimiento como el don más grande que Dios ha dado al hombre, y no sin razón. Obviamente, es nuestra capacidad de razonar, de aprehender conceptos abstractos y relacionarlos unos con otros, lo que nos hace superiores a los animales y nos separa del resto de la creación. Nos sentimos orgullosos de esta habilidad de razonar. La apelación a nuestro orgullo es la manera en que el diablo nos influencia por la vía mental.
Por medio de las emociones, actúa sobre nuestros miedos. La emoción es realmente nuestra característica más humana. Nos gusta pensar que la forma en que nos gobernamos a nosotros mismos es a través de nuestra lógica y razonamiento, pero eso no es verdad. En realidad estamos gobernados por nuestras emociones, nuestras ansias, nuestros deseos, nuestras necesidades, a veces subconscientes y profundamente arraigadas. A través de esto, jugando con nuestras emociones, es cómo el diablo nos atrae. Tenemos mucho miedo a perdernos la vida de alguna manera, o a ser perjudicados por algún sacrificio a favor de Dios.
En el campo de los hechos, el diablo nos atrae con placeres, pues el cuerpo es esencialmente sensual, es decir, está diseñado por Dios para responder a estímulos. Aprendemos temprano en la vida que hay ciertos estímulos que son muy placenteros, mientras que otros son desagradables. Aprendemos a buscar lo agradable y rechazar y evitar lo desagradable. Así que el cuerpo está constantemente buscando lo que le emociona, o excita, o le complace de algún modo, y se aleja de lo que le hiere, o daña, o causa algún grado de reacción desagradable. Así el diablo nos seduce en el campo de las acciones.
Quizá esto le hace preguntarse: ¿Quién puede esperar ganar contra tal variedad de modos de atacar, y que ni siquiera notamos que son malos?
¿Quién puede siquiera comprender, no digamos responder, a estos poderosos y sutiles ataques contra la vida humana?
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¿No hace eso que se sienta bastante desanimado?
Si es así, entonces, déjeme decirle que usted no ha entendido lo que Pablo dice aquí.
Su mensaje para nosotros es que nos fortalezcamos en el Señor, en Su fuerza poderosa.
Se ha dado una provisión.
Quizá la actitud más sana que podríamos tener ante esta revelación es ser abrumadoramente conscientes de nuestra debilidad.
Cuando reconocemos que somos débiles es cuando estamos listos para fortalecernos en el Señor y en su fuerza poderosa
y preparados para reflexionar inteligentemente sobre lo que es y cómo hacerlo.
Perdóname, Señor, por intentar luchar esta batalla con mi propia fuerza. Enséñame a ser fuerte en Ti cuando me enfrente a los poderosos ataques del enemigo. Amén.
Aplicación a la vida
¿Ha aprendido a apropiarse de la provisión hecha para combatir al enemigo con la fuerza que Dios provee y a apoyarse en ella?