Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Efesios 6:11
Nuestra experiencia confirma la sugerencia de este pasaje según el cual la vida es básicamente una lucha. La vida no se ajusta nunca al idealismo color de rosa de nuestros sueños ni al romanticismo de nuestras canciones. La explicación de esta lucha es mucho más profunda de lo que normalmente pensamos que es. El punto de vista común respecto a nuestra lucha es que participamos en un conflicto en contra de la carne y la sangre, en contra de otros hombres y mujeres. Pero Pablo nos dice que la lucha no es contra carne ni sangre, sino que es algo mucho más profundo que eso. El problema básico es que esto es una batalla entre el reino de Dios y el reino de Satanás, y que las personas mismas somos el campo de batalla. La batalla no es sólo visible en las guerras, en las revoluciones y en las olas de crímenes que llenan nuestros periódicos, sino que resulta además visible en las tensiones internas y en los temores en las vidas individuales, en los problemas neuróticos y en las enfermedades mentales que nos afligen en la actualidad, en las peleas en el seno de la familia y en las luchas en la iglesia. Se encuentra incluso visible en la naturaleza, donde toda la vida compite en una lucha despiadada y mortal por sobrevivir.
Toda la raza humana ha caído bajo el control de las fuerzas satánicas, acerca de las cuales Pablo habla, diciendo: “contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo” (6:12), que es una frase de lo más significativa. La imagen de la Biblia de principio a fin es que todos los seres humanos sin Cristo, sin excepción, por muy listos o educados, o por mucha cultura que tengan, son víctimas impotentes ante el control satánico. Bajo el control de las fuerzas satánicas los seres humanos se sienten incómodos y desgraciados, pero al mismo tiempo incapaces de escapar haciendo uso de ninguna forma de sabiduría o poder propio.
Pero las buenas nuevas son que algunos han quedado libres por medio de la venida de ese “más fuerte” que es Jesús mismo, que vino, como nos dice Juan: “para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:8b). La liberación la obtenemos por medio de Él. Gracias al asombroso misterio de la cruz y de la resurrección, Jesús ha derrotado el poder y la esclavitud de Satanás sobre las vidas humanas. Aquellos que reciben individualmente y que reconocen esto son libres para llevar una vida de la libertad de los hijos de Dios.
No son libres para vivir para sí mismos, sino que son libres para luchar. Han sido puestos en libertad para participar en la batalla, que es el llamamiento que reciben todos los cristianos, ya que no hemos sido hechos libres para que podamos pasarlo bien. Hemos sido liberados a fin de poder participar en la batalla, para vencer en nuestras vidas, y para convertirnos en el canal por medio del cual otras personas son puestas en libertad. ¿Cómo puede usted hacer esto? La respuesta de Pablo se resume en una sola frase: “Vestíos de toda la armadura de Dios”. Tenemos a nuestro alcance toda una provisión para que podamos ganar en esta batalla. Esta es la cosa tan asombrosa que debemos aprender. Dios ha hecho una provisión total para que nosotros luchemos contra estas fuerzas que tienen al mundo entero bajo su control.
Padre, arranca los velos engañosos que he permitido que me hagan impotente en esta gran batalla. Ayúdame a entender que yo no tendría ninguna posibilidad de luchar si no fuese por la obra de liberación del Señor Jesús, que ha venido para atar el poder de las tinieblas.
Aplicación a la vida
¿Por qué no se ajusta la vida a nuestro idealismo y romanticismo color de rosa? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la lucha humana? ¿Cómo podemos enfrentarnos con la vida con confianza y con libertad?