Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados.
Efesios 2:1
Éste es el gran análisis que hace el profeta del problema, la dificultad con la que se enfrenta Jesucristo cuando se acerca al hombre o a la mujer. Y lo que se precisa para resolver esta situación es nada menos que la inmensurable grandeza de Su poder. A nosotros nos resulta extremadamente difícil creer que estamos muertos. Si se acerca usted a un estudiante al principio de la juventud, que está participando con sus amigos en toda clase de actividades emocionantes y está esperando poder crearse una vida de independencia, y le dice usted: “Estás muerto”, el joven le mirará a usted con ojos llenos de lástima y dirá: “¿Qué clase de persona es usted? ¿Acaso está usted loco?”.
Pero considere usted el análisis que hace Pablo y verá la verdad que es ésta, porque existen dos características básicas en las personas muertas: una de ellas es la impotencia total, el verse incapacitadas. Un amigo recordó un incidente relacionado con un joven que estaba trabajando a tiempo parcial en una funeraria que le llevó una noche a hacer una gira por el lugar. Llegaron al cuarto en el que estaban los cuerpos tumbados sobre losas, y removió la sábana, diciendo: “Háblales acerca de Jesús”. Él le contestó: “Jamás me he olvidado de eso! ¡Qué imposible sería responder a cualquier petición en su condición!”.
La segunda característica es la corrupción. El motivo por el que existen los depósitos de cadáveres es que los cuerpos muertos tienden a deteriorarse. En la historia de Lázaro, Marta le dijo a Jesús: “Señor, hiede ya, porque lleva cuatro días” (Juan 11:39). Ésa es también una señal de la muerte: la corrupción.
El apóstol usa dos palabras que están relacionadas con estas dos condiciones, y estos son los motivos por los que dice que las personas sin Cristo están muertas. En primer lugar, usa la palabra delitos. Ésta es una palabra que significa “tropiezos”. Nosotros somos culpables de tropezarnos. No tenemos la intención de hacerlo, pero acabamos equivocando el camino. Empezamos con grandes ideales, teniendo una imagen de lo que nos gustaría ser. Es lo que nos proponemos hacer, pero en algún momento perdemos de vista el objetivo. No logramos alcanzar nuestros ideales ni logramos convertir nuestros sueños en realidad. Ésa es la impotencia de la vida humana. Ésa es la señal de la muerte que se encuentra presente en la humanidad por todas partes.
Pero además de esto, tenemos nuestros pecados. Nosotros pecamos cuando desobedecemos a lo que sabemos que es la verdad. Ésta es la causa de la inclinación descendente, el deterioro de la vida. La mayoría de nosotros empezamos teniendo unos ideales bastante elevados y con actitudes saludables. Enfocamos la vida con buenos niveles morales, gracias a los hogares en que nos hemos criado y lo que nos han enseñado. Y nosotros somos a los que más trabajo nos cuesta creer este pasaje. Sin embargo, todos nosotros podemos recordar que algunas de las cosas que hacemos ahora con un descuido total y la aceptación absoluta nos hicieron sentirnos horrorizados cuando nos las sugirieron por primera vez. E incluso, al principio de realizarlas, sentimos inquietud en nuestro espíritu. Pero ahora se han convertido en algo corriente, por lo que las realizamos sin dificultad alguna. Esto pone de manifiesto la facultad del deterioro en la vida. Ésta es la marca de la muerte, una corrupción que va en aumento, que produce esta terrible sensación de falta de esperanza y deterioro que tanto nos angustia en todos los aspectos de la sociedad humana actual.
Padre, te doy gracias por atreverte a decirme la verdad aunque yo no quiero escucharla. Tú me la explicas con los términos más sencillos, y yo me alejo corriendo de ella, negándome a enfrentarme con ella. Te doy gracias por no dejarme en este estado totalmente falto de esperanza.
Aplicación a la vida
La gracia infinita de Dios nos permite recibir Su don que proporciona la cura para el dilema humano. ¿Cuáles son las dos características fundamentales de las personas muertas?