Que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento.
Efesios 1:18a
Los ojos del entendimiento
es una extraña expresión, ¿no es cierto? Los ojos son el instrumento por medio del cual percibimos las cosas, y la mente también tiene ojos. Si usted escucha la verdad respecto a cualquier tema, los ojos de su mente estarán captando ideas. Pero el apóstol nos dice aquí que no sólo tiene la mente ojos, sino que también los tiene el corazón. El corazón necesita ver cosas, necesita captar y entender la verdad. De modo que las Escrituras usan el corazón como el lugar de nuestras emociones.
¿Se acuerda usted de ese episodio en Lucas 24, ese paseo a Emaús, cuando el Señor resucitado se les apareció a dos de Sus discípulos? El Señor se unió a ellos, pero ellos no sabían quién era. Caminó junto a ellos revelándoles todas las Escrituras respecto al Mesías prometido. Después, se dijeron el uno al otro: ―¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras? (v. 32).
Ese arder del corazón
representa que los ojos del corazón se están abriendo. Es la inflamación del corazón, de manera que cobra vida y se siente profundamente conmovido. Es este arder del corazón que el apóstol desea que sientan estos cristianos. Cuando el corazón comienza a arder a causa de la verdad, cuando echa raíces en usted y usted sencillamente tiene que responder a ello, es entonces cuando sabe usted con toda certeza que Dios es real, que la esperanza de su llamamiento es genuina, que el poder de Su presencia está a su alcance y que las riquezas de Su ministerio por medio de usted se están manifestando también a otras personas.
Recuerdo cuando un joven se volvió cristiano, vino a la iglesia y se casó con una muchacha que se había criado en la iglesia. Al principio resultó realmente maravilloso ser testigo del desarrollo de su vida cristiana. Este joven leía con verdadero anhelo las Escrituras, pero después de un tiempo comenzó a enfriarse. Empezó a perder interés en las Escrituras y dejó de asistir al templo. Ya no tenía interés en tener comunión con otros creyentes.
Como es natural, su esposa empezó a sentirse preocupada, de manera que ella y una amiga decidieron que orarían juntas todos los días por el esposo. Ella decidió en su corazón que no le regañaría, porque no quería que él regresase a menos que su corazón le animase a hacerlo de una manera genuina. De modo que decidió orar a diario. Durante un mes o más no pasó nada, a pesar de lo cual ella siguió orando.
La actitud del esposo comenzó gradualmente a cambiar un poco. Un día le encontró leyendo la Biblia. No le dijo nada, pero fue algo que hizo que se sintiese animada. Y un domingo él le dijo que iba a ir con ella al templo. De nuevo ella se regocijó en su interior, y al cabo de un tiempo él le dijo a su esposa: ¿Sabes una cosa? ¡La verdad es que me había realmente alejado! Por algún motivo había perdido todo mi interés en el Señor, pero Dios ha obrado en mi y me ha traído de regreso
. ¡Qué maravilloso testimonio del poder de la oración para abrir los ojos!
No basta con sólo enseñar la verdad. No logramos afectar nunca a toda la persona hasta que no se hayan iluminado los ojos del corazón de esa persona. Cuando la verdad pasa de la cabeza al corazón, se apodera también de las emociones, y es entonces cuando la voluntad se motiva como es debido, y entonces la persona comienza a crecer de una manera tremenda.
Señor, abre los ojos de mi corazón. Me doy cuenta de que, para que suceda eso, es preciso que doble mis rodillas, que implore al Espíritu en oración, para que la verdad se convierta en algo vital y que me constriña.
Aplicación a la vida
La oración fiel acorta una de las más grandes distancias conocidas por la humanidad, que es la distancia entre nuestra cabeza y nuestro corazón. ¿Hemos sentido nosotros el poder de Su presencia?