Te aconsejo que guardes el mandamiento del rey, por el juramento que pronunciaste delante de Dios. No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiera.
Eclesiastés 8:2-3
El mismo rey Salomón, que fue cabeza del estado de la nación de Israel, nos está enseñando por qué debemos obedecer al gobierno. No es siempre fácil saber cómo obedecer o cuándo el ciudadano debe obedecer. Hay muchos factores que deben influenciar cuándo y cómo debemos hacer esto.
El hecho de que a veces resulta difícil obedecer al gobierno también forma parte del programa de Dios. Como creyentes, debiéramos entender que no siempre resulta fácil saber lo que Dios quiere, porque Él no quiere que sea fácil. Nosotros no somos robots, a los que se nos da órdenes para que vayamos allí, no teniendo ni mucho menos opción en el asunto. Sin embargo, eso es en realidad lo que estamos preguntando cuando le decimos a Dios: “Muéstrame lo que quieres que haga, y lo haré”. En otras palabras: “Oblígame; dame las órdenes, y las cumpliré”. Dios no hace eso, porque quiere que estemos luchando y preguntándonos lo que debiéramos hacer.
Otro factor que nos influencia se encuentra en el versículo 7: “Puesto que el hombre no sabe lo que ha de ocurrir, ¿quién se lo va a anunciar?”. Los resultados de nuestra obediencia al gobierno pueden producir incertidumbre en nuestras vidas. Uno de los motivos por lo que no se nos deja para que seamos nosotros los que hagamos las cosas como nos parezca en cuanto a si debemos obedecer al gobierno, es que no siempre sabemos lo que Dios tiene intención de hacer que suceda por medio de nuestra obediencia. Es posible que tenga bendiciones para nosotros que serán el resultado de esa obediencia que nosotros no somos capaces de prever.
Cuando yo era un joven de veinte y pocos años durante la segunda guerra mundial, me encontré ante la cuestión de registrarme para convertirme en un recluta. En esa época estaba trabajando para la industria del ferrocarril, lo cual me permitía demorar el entrar a formar parte del ejército, debido a que esa industria era esencial para la guerra.
Al final acabé uniéndome a la marina. A pesar de que no estaba seguro de si estaba haciendo lo correcto, sentí que debía alistarme. Lo que no entendía, ni me daba cuenta, era de que la acción que había decidido realizar abriría una puerta que me concedió lo que posiblemente fue la más grande oportunidad que he tenido jamás para enseñar las Escrituras a aquellos que necesitaban dicha enseñanza con desesperación. Estuve estacionado en Pearl Harbor, y por ese enorme puerto de mar pasaron de vez en cuando todos los marineros de la flota del Pacífico, muchos de ellos hombres cristianos que habían ganado a otros para Cristo, estando en sus barcos. Juntamente con otros, tuve la oportunidad de tener importantes clases sobre la Biblia, en las cuales participaron cientos de marineros. Todo esto me fue posible debido a que yo mismo formaba parte de la marina de los Estados Unidos.
Pero además, yo no sabía entonces que al final de la guerra me concederían la declaración de derechos del soldado, lo cual haría posible que contase con suficiente dinero para pagar mis estudios en un seminario. De hecho, fue realmente extraordinario que el tiempo que había servido en la marina me permitió tener exactamente la cantidad de dinero necesario para pasar cuatro años estudiando en un seminario. Yo no podía prever todo esto, pero Dios sí. De manera que es posible que los resultados inesperados sean el resultado de la obediencia a todo lo que Dios ha puesto ante nosotros relacionado con el gobierno.
Señor, confío en que Tú llevarás a cabo Tu plan para mi vida al someterme yo a las personas que Tú has planeado que tengan autoridad sobre mí.
Aplicación a la vida
La obediencia resulta a veces difícil y produce incertidumbre. ¿Quiere Dios que nosotros tengamos que luchar y que nos sintamos perplejos respecto a lo que debemos hacer? ¿Qué hay respecto a tener que confiar en el gobierno?