¿Quién como el sabio? ¿Quién como el que sabe interpretar las cosas? La sabiduría del hombre ilumina su rostro y cambia la tosquedad de su semblante.
Eclesiastés 8:1
Hay una maravillosa descripción cuádruple acerca de lo que le sucede a la persona que descubre la verdadera sabiduría de la justicia como un don de Dios, de la persona que camina con Dios y teme a Dios.
Para empezar, hará que esa persona sea un ser humano único: “¿Quién como el sabio?”. Una de las locuras de la vida es intentar imitar a otra persona. Los medios de comunicación están continuamente bombardeándonos con sutiles invitaciones a que nos parezcamos, vistamos o hablemos como algún ídolo popular. Si usted tiene éxito en esto, no será más que una imitación barata de otra persona. Lo maravilloso de las buenas noticias es que cuando se convierte usted en una nueva criatura en Jesucristo es usted una persona única. Usted será cada vez más y más como Cristo, pero totalmente diferente al resto de las personas en lo que se refiere a su personalidad. No será usted una copia, ni una imitación barata, sino un original del Espíritu de Dios.
En segundo lugar, el Buscador dice que la sabiduría santa hará posible que posea usted un conocimiento secreto: “¿Quién como el que sabe interpretar las cosas?”. La implicación de la cuestión es que la persona sabia sabe. Esto es lo que declara Pablo en 1ª de Corintios 2: “En cambio, el espiritual juzga todas las cosas” (15a). Las personas espirituales se encuentran en posición de juzgar moralmente el valor de todas las cosas, no debido a ser personas sumamente sabias, sino debido al hecho de que el Dios que les enseña es sabio.
En tercer lugar, una persona así experimentará un gozo visible: “La sabiduría del hombre ilumina su rostro”. La gracia, no la grasa, es lo que hace que el rostro del hombre brille. Los fabricantes ponen grasa en los cosméticos para hacer que el rostro brille de manera artificial, pero es la gracia que lo hace desde el interior. La gracia y el gozo que son el resultado de ello se expresan de manera visible haciendo que brille el rostro.
Finalmente, cambia la disposición interior de la persona: “[La sabiduría] cambia la tosquedad de su semblante”. ¿Se ha fijado usted alguna vez en alguien cuya vida se hubiese hallado bajo el impacto del Espíritu de Dios, de modo que esa persona fuese más suave, más madura, de modo que resultase más fácil vivir con ella? Ésa es la obra del Espíritu de Dios.
Todos nosotros hemos cantado los himnos de John Newton. Hay uno en particular que es el favorito de muchas personas: “¡Oh gracia admirable, dulce es, que a mí, pecador, salvó!”. Ésa es la historia de John Newton. Fue criado por una madre santa, que estuvo orando por él durante toda su vida. Tan pronto como tuvo edad suficiente, se unió al comercio de esclavos, llevando esclavos desde África a Inglaterra. Su vida se convirtió en una vida salvaje y desenfrenada, participando en borracheras y peleas. Por fin terminó, como él mismo confesó, convirtiéndose en “esclavo de esclavos”, de hecho sirviendo a algunos de los esclavos escapados de la costa de África, desgraciado, miserable y apenas con vida. A continuación encontró un viaje en un barco de regreso a Inglaterra. En medio de una espantosa tempestad en el Atlántico, temiendo por su propia vida, se convirtió, recordando las oraciones de su madre, viniendo a Cristo. A partir de entonces fue uno de los más destacados cristianos de Inglaterra, siendo autor de muchos himnos que hablaban acerca del gozo, lo radiante, la alegría de su vida al haber encontrado a Jesucristo.
Aquí el Buscador ha declarado de manera perfectamente evidente lo que enfatiza a lo largo de todo el libro de Eclesiastés: que es el hombre o la mujer que encuentra al Dios viviente el que descubre la respuesta a los enigmas de la vida.
Padre, te doy gracias porque cuando entraste en mi vida, me concedistes sabiduría de lo alto. Enséñame a escuchar y a vivir haciendo uso de la sabiduría que nos das por medio de Tu Palabra.
Aplicación a la vida
Los medios de difusión nos bombardean, animándonos a imitar y copiar siempre a alguna otra persona, pero Dios nos creó como individuos únicos. ¿Hemos descubierto nosotros los beneficios de la sabiduría divina?