Hay un mal que he visto debajo del cielo, y que es muy común entre los hombres: el del hombre a quien Dios da riquezas, bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero no le da Dios facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad y mal doloroso.
Eclesiastés 6:1-2
El Buscador reconoce de inmediato que el tener abundancia y posesiones, todo lo que el dinero puede comprar, a pesar de lo cual carece de la capacidad para disfrutarlos y se convierte en una pesada carga que soportar, es algo que les sucede a muchas personas. Conducen sus brillantes coches nuevos y son dueños de los más actualizados equipos electrónicos en sus lujosos y grandes hogares. Están intentando desesperadamente disfrutar estas cosas, a pesar de lo cual se refleja en sus rostros el vacío que sienten en su interior. Observe usted las vidas agotadas de esas personas que lo tienen todo pero que no pueden disfrutar nada de lo que tienen.
Pero además el Buscador dice que la riqueza material y la abundancia pueden resultar frustrantes: imagínese a un extraño disfrutando lo que usted no puede disfrutar. ¿Puede hacer algo más frustrante que poder conseguir algo que usted siempre ha deseado tener y luego descubrir que ha perdido su lustre? Usted ya no lo puede disfrutar, así que se lo pasa usted a otra persona que no puede costearlo, y esa persona lo disfruta enormemente. Eso haría que la persona se sintiese frustrada, incluso resentida: “¿Por qué no he sido yo capaz de disfrutarlo?”, tendría derecho a preguntar esa persona.
La clave a todo esto se encuentra en las palabras: “no le da Dios facultad de disfrutar de ello”. Esa lección es algo que se graba repetidamente en nuestros corazones a lo largo de este libro. El disfrute de algo no depende de aumentar las posesiones; es un don que Dios nos ha de conceder. Si Él lo retiene, ningún esfuerzo va a conseguir que disfrutemos las cosas. Ésta es una lección difícil de aprender para algunas personas. El disfrutar es un don de Dios.
¡Qué contrario es esto al espíritu de nuestros tiempos! De todas partes nos chillan que la filosofía de los anuncios hoy es que tenemos derecho a las cosas. Los encargados de la publicidad nos enseñan algún objeto tentador que quieren que tengamos para que lo compremos, y lo acompañan de una línea de propaganda que dice de una manera u otra: “Usted se merece esto”. Éste es el espíritu de nuestro siglo. ¿Somos conscientes de que este espíritu contradice la enseñanza que encontramos en la Biblia acerca de nuestra relación con Dios? ¿Cómo podemos nosotros tener gratitud si sólo conseguimos lo que nos merecemos? La gratitud sólo se expresa cuando sentimos que no merecemos algo pero de todas maneras lo recibimos.
En todas las Escrituras se nos dice que la relación apropiada de un creyente con Dios, y lo que le complace a Él, es que demos gracias por todo: “Dad gracias en todo, porque ésta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18). Este libro de sabiduría nos exhorta a recibir todo con un corazón agradecido, dándonos cuenta de que no nos lo merecemos todo, pues es un don de Dios. Aunque resulte doloroso por el momento, hay un Padre sabio que lo ha eligido para usted y hará que disfrute usted de una gran riqueza y sus beneficios. Puede usted sentirse agradecido por el dolor además de estarlo por el placer; ésa es la lección de este libro.
Señor, he experimentado la frustración de vivir por las cosas que a la postre no me llenan de gozo sino que me privan de él. Enséñame a vivir con gratitud, incluso cuando la vida es dolorosa, sabiendo que Tú sigues siendo aún responsable y que obras Tu propósito para mi vida.
Aplicación a la vida
No cabe duda de que el sentir gozo es algo que nos complace. La fe y la obediencia basada en la fe es lo que le complace a Dios. ¿Hemos asimilado nosotros el lugar en que el poder para sentir el gozo tiene su origen?