Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: “No tengo en ellos contentamiento”.
Eclesiastés 12:1
Resulta difícil encontrar la respuesta a la vida cuando somos viejos. Las estadísticas muestran que la mayoría de las personas que vienen a Cristo vienen a Él cuando son relativamente jóvenes. El noventa y cinco por ciento de los creyentes vienen a Cristo antes de los cincuenta años y la mayoría de estas personas antes de cumplir los treinta años. El Buscador nos dice: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud”.
El acordarnos de Dios no significa sencillamente pensar en Él de vez en cuando. Significa relacionarse con Él, caminar con Él, descubrirle, aprender a conocerle mientras somos jóvenes. Existen dos excelentes motivos por lo que debemos hacerlo de este modo: En primer lugar, porque vendrán “los días malos”. La persona llega a una edad avanzada, y una de las características de la ancianidad es que perdemos nuestra habilidad para cambiar y aprender cosas nuevas, además de encontrarnos bajo mayores presiones, por lo que esos días se convierten en “días de inquietud”.
La tentación nos rodea por todas partes, de manera sutil pero al mismo tiempo poderosa. El atractivo del mundo y de la carne está constantemente con nosotros, haciendo que sean miles las personas jóvenes que se apartan de la verdad de Dios, pero se vuelve cada vez peor cuanto más viejos lo hacemos. Las presiones para amoldarnos son cada vez mayores al ir avanzando en la vida y en los negocios, cuando somos padres, cuando nos convertimos en los que tenemos que ganarnos el pan y tenemos que establecer hogares, con las presiones para amoldarnos, para encajar en todas las costumbres del mundo, que serán mucho más intensas de lo que lo son cuando todavía estamos haciendo estudios secundarios o estamos estudiando en la universidad. Las presiones ejercidas por el mal van en aumento, y ésa es una de las razones por las que es preciso que nos acordemos de nuestro Creador en los días de nuestra juventud.
En segundo lugar, nuestra motivación es mucho más intensa en esa época de nuestra vida. El Buscador dice que van a llegar los días en los que diremos: “No tengo en ellos contentamiento”. Es entonces cuando diremos: “No me siento motivado de ninguna manera”. Una de las señales de la edad avanzada es el hecho de que en esa edad la persona no está dispuesta a cambiar. Yo he observado con frecuencia la tragedia de personas que han reconocido el hecho de que no habían sido capaces de descubrir el secreto de la vida, a pesar de lo cual, no estaban dispuestas a cambiar, sencillamente porque resulta tan difícil hacerlo al llegar a una edad más avanzada. Es por ello que el Buscador exhorta a la juventud, diciéndoles: “Aprended ahora acerca de Dios; aprended ahora las Escrituras, ahora que sois jóvenes, cuando la motivación es aún intensa y las presiones malvadas son menos”.
Tenemos un maravilloso ejemplo de esto en nuestro Señor Jesús. Él se crió en un hogar santo, expuesto a la verdad de las Escrituras. Lo único de lo que ha quedado constancia acerca de Él en esos días se expresa con las siguientes palabras: “Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Mostró tal sabiduría que cuando tenía sólo doce años, asombró a los maestros en el templo, haciéndoles preguntas penetrantes que ellos no podían contestar. A continuación regresó con Su madre y Su padre para acabar Su infancia en ese hogar en Nazaret, habiéndose “acordado de Su Creador en los días de Su juventud”.
Señor, enséñame a acordarme de Ti, mi Creador, en estos días de tentaciones. Permíteme, por Tu gracia, crecer en el favor de Dios y de los hombres.
Aplicación a la vida
¿Hemos experimentado nosotros el gozo de aprender las Escrituras cuando éramos aún jóvenes? Al hacernos mayores resulta más difícil cambiar, pero no es nunca demasiado tarde si estamos dispuestos a echar raíces y a crecer en Cristo.