Man Pondering in Search for Meaning
Cosas que no funcionan

Antes de que sea demasiado tarde

Autor: Ray C. Stedman


Les aseguro que el título de este mensaje no tiene nada que ver con las compras de Navidad de última hora. Si ustedes son como yo, se habrán asegurado de que su esposa se haya ocupado ya de eso. El título se refiere a la esperanza anhelante que tenemos cada uno de nosotros aquí, esta mañana, los jóvenes al igual que los viejos, de poder cumplir nuestros sueños, de realizar plenamente las posibilidades de nuestras vidas y ser total y verdaderamente aquello para lo que fuimos creados. Este es un tema especialmente apropiado para la época de Navidad, cuando todos están cantando a esa noche de paz, cuando la alegría irrumpió en un mundo angustiado, cuando los ángeles anunciaron a los pastores: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, un Redentor, un Restaurador, un camino para salir de una vida que ya estaba perdida. De eso se preocupa el Buscador de Israel en el libro de Eclesiastés, de que podamos encontrar la salida de las tragedias, los problemas, las dificultades y las enfermedades de la vida, antes de que sea demasiado tarde; de que encontremos el secreto de vivir. Así que comienza este último capítulo del libro con unas palabras a la juventud:

Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento; (Eclesiastés 12:1)

Resulta claro que esto es una llamada a los jóvenes para que piensen con detenimiento en su Creador, no meramente para recordar que está ahí. La idea es: recuerda la presencia de Dios diariamente; vive en una relación con Él; busca descubrir la grandeza y glorias de Dios mientras eres todavía joven, antes de que sea demasiado tarde. Volveremos a estas consideraciones, pero primero me gustaría leer los versos que siguen, porque son los que definen lo que el Buscador ya ha sugerido como la razón para pensar y relacionarse con Dios mientras uno es todavía joven. O sea, antes que vengan los días malos.

Esos días malos se describen en los versos 2 al 8, con unas vívidas y hermosas imágenes que describen el proceso de envejecimiento, la aproximación de la decrepitud de la vejez.

... antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia; cuando tiemblen los guardias de la casa y se encorven los hombres fuertes; cuando cesen de trabajar las molineras, porque habrán disminuido, y se queden a oscuras las que miran por las ventanas; cuando las puertas de afuera se cierren, y se vaya apagando el ruido del molino; cuando se escuche la voz del ave, pero las canciones dejen de oírse; cuando se tema también a las alturas, y se llene de peligros el camino, y florezca el almendro, y la langosta sea una carga, y se pierda el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y rondarán por las calles quienes hacen duelo; antes que la cadena de plata se quiebre, se rompa el cuenco de oro, el cántaro se quiebre junto a la fuente y la polea se rompa sobre el pozo; antes que el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.

¡Vanidad de vanidades ―dijo el Predicador―, todo es vanidad! (Eclesiastés 12:2-8)

Con una maravillosa poesía el Buscador describe la terrible debilidad de la vejez y la experiencia real de la muerte. En vista del hecho de que ahí es donde la vida se dirige para todos nosotros, nos amonesta: Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud.

Me gustaría repasar estos versos de nuevo y mostrarles exactamente lo que se está describiendo. La mayoría de los comentaristas están de acuerdo en que las palabras antes que se oscurezcan el sol y la luz, la luna y las estrellas, y vuelvan las nubes tras la lluvia se refieren al deterioro de las facultades mentales de un individuo cuando se hace viejo. ¡Cuán cierto es esto! Cuando uno es joven, la vida parece extenderse infinitamente por delante; parece que nunca vamos a llegar a la vejez. Pero, a medida que uno vive día a día, la vida parece acelerarse rápidamente; se hace muy breve. De repente, usted se encuentra exhibiendo las señales y experiencias de la edad. Cómo alguien muy bien dijo: Justo por el tiempo en que tu cara se despeja, tu mente empieza a irse. Así de breve parece la vida.

Estas facultades mentales se detallan en términos de luz. La mente, con sus facultades de razonamiento, de memoria e imaginación, comienza a desvanecerse, como el desvanecimiento de la luz del sol. El poder de razonamiento del cerebro, quizá el don más grande que Dios nos ha dado, empieza a perder su habilidad, y la memoria falla. Esa es una de las primeras señales de la vejez. Hay tres cosas que indican el inicio de la vejez: la primera es la pérdida de la memoria, ¡y ahora no puedo recordar las otras dos! Eso es lo que este verso explica, el debilitamiento de la memoria, el desvanecimiento de la imaginación, como las estrellas que se difuminan al aproximarse el amanecer.

Las nubes tras la lluvia se refiere a una especie de segunda infancia, de senilidad, que llega con la vejez. Como con los niños, la vida gira alrededor de tres cosas simples: comer, dormir e ir al baño. Cuando uno se hace viejo ese mismo ciclo vuelve otra vez.

El Buscador habla de cuando tiemblen los guardias de la casa. Se refiere a los brazos y las manos, con los cuales nos defendemos si somos atacados; los guardias de la casa, que son tan útiles para el mantenimiento del cuerpo, empiezan a agitarse y temblar cuando la vejez llega.

Y se encorven los hombres fuertes es una referencia a las piernas, las partes más fuertes del cuerpo, que empiezan a temblar y tambalearse en la vejez. Los viejos dan pasitos muy cortos; apenas pueden caminar. Se ha dicho que un signo de la vejez es cuando las rodillas se doblan pero el cinturón no se puede abrochar. Algunos de nosotros estamos empezando a notar esas señales.

Luego habla de cuando cesen de trabajar las molineras, porque habrán disminuido. Eso no necesita de explicación para aquellos que han perdido muchas de sus molineras, que es la pérdida de dientes. ¡La hora de la comida dura más, porque se tarda mucho en situar la comida entre los pocos dientes que quedan!

Y se queden a oscuras las que miran por las ventanas está relacionado claramente con la disminución de la visión al acercarse la vejez. Se forman cataratas; se desarrollan varios problemas oculares. Casi todos nosotros perdemos la capacidad de leer de cerca. Tenemos que sostener las cosas cada vez más a la distancia de un brazo para ver qué son.

Cuando las puertas de afuera se cierren es una imagen muy expresiva de lo que pasa cuando se caen los dientes. Las puertas de la cara, los labios, se retraen y uno empieza a mascullarlo todo. Cuando eso ocurre, las puertas de la calle están obviamente cerradas.

Y se vaya apagando el ruido del molino. Algunos comentaristas consideran que esto se refiere al sistema digestivo, en vista de que las molineras han sido antes identificadas como los dientes. Sin embargo, me parece que esto es probablemente una referencia al hecho de que, cuando la gente pierde los dientes, —esto, claro está, fue escrito antes de la existencia de dentaduras postizas—, tienen que recurrir a masticar con las encías. Eso no produce mucho ruido. ¡Es difícil masticar cosas crujientes cuando no se tienen dientes!

Y sigue: cuando se escuche la voz del ave. He notado que por las mañanas cualquier sonido me despierta. Esto es característico de los viejos, que se despiertan fácilmente por la mañana. Incluso el sonido del piar de los pájaros al otro lado de la ventana les despierta.

Por contra, al mismo tiempo, pero las canciones dejen de oírse. Se refiere a el aumento de la sordera en la vejez. Una de las características de la edad avanzada es que todo el mundo parece hablar en un tono de voz mucho más bajo de lo que lo hacían antes; la gente parece susurrar todo el tiempo.

Luego hay una mención al aumento de los temores que conlleva ser viejo: cuando se tema también a las alturas, y se llene de peligros el camino. Los ancianos tienen miedo casi a cada paso. Temen los baches de las aceras; tienen miedo a subir escaleras; temen a las alturas. Los terrores aumentan al ir por las calles. Tienen tendencia a quedarse en casa. Ni siquiera quieren conducir de noche porque tienen miedo de lo que puedan encontrar en el camino.

Y florezca el almendro es una referencia clara al cabello que se vuelve blanco cuando la edad avanza. Ese es uno de los primeros signos de vejez. Como las flores blancas del almendro, uno empieza a tener un aspecto bastante diferente con la edad.

Hasta hace poco, yo no entendía lo que quería decir y la langosta sea una carga . Cuando me despierto por las mañanas encuentro que estoy rígido, y a veces tengo dificultad para caminar. Esto aumenta a medida que uno se hace viejo. Desemboca al final en los pasos débiles e inseguros de los muy ancianos. La langosta ya no salta.

Y finalmente, se pierda el apetito. Esto podría ser una referencia al deseo sexual. Puede que sea de gran consuelo para algunos de ustedes ver que es lo último de la lista; es lo último que se pierde, según dice aquí.

Quiero señalar el hecho de que la tecnología moderna ha ayudado a resolver muchos de estos problemas. Cuando el pelo se cae, uno se puede comprar una peluca, o una dentadura cuando se caen los dientes. Las gafas, las lentes de contacto, incluso los ojos de cristal, son una ayuda para los problemas oculares. Se pueden adaptar piernas, brazos y manos artificiales, etc., que son unos aparatos estupendos. Con toda la ayuda que la tecnología moderna proporciona, debe de ser un espectáculo ver a alguna gente disponerse para ir a dormir. Debe de ser como contemplar la demolición de una casa. No estamos tan lejos de la realidad de los días del Buscador, aunque hayamos ideado muchas maneras de disimular la edad. Pero, aun con todas estas ayudas modernas, esto es una revelación de cuán actuales son las Escrituras.

El Buscador sigue describiendo las formas en que la muerte puede ocurrir. El final de la vida es la muerte. Abiertamente y con toda franqueza, las Escrituras se enfrentan al hecho de que el hombre va a su morada eterna. A pesar de los muchos pasajes de este libro en los que el escritor parece estar preocupado por la tumba —él la ve como el final de todas las cosas buenas disponibles para nosotros bajo el sol, o sea, en esta vida—, no obstante, hay varias referencias en el libro al hecho de que la vida no acaba con la muerte, de que la existencia humana continúa más allá de la muerte. He aquí una de ellas: el hombre va a su morada eterna. La tumba no es el final; hay vida, hay existencia más allá; este verso lo reconoce.

Mientras tanto, rondarán por las calles quienes hacen duelo. Esto, dice el Buscador, es el resultado de las varias formas que la muerte puede tomar. Primera, antes que la cadena de plata se quiebre. Parece una referencia clara a la médula espinal, ese gran nervio que recorre de arriba abajo nuestra espalda, protegido por la columna vertebral. Si se daña, se rompe o enferma, la vida puede acabar repentinamente, como bien sabemos hoy día.

Se rompa el cuenco de oro es una referencia al cráneo. Un golpe en la cabeza, un daño en el cerebro, o lo que pueda destruir esa parte tan esencial de nuestra existencia física y acabar la vida súbitamente.

El cántaro se quiebre junto a la fuente se refiere al corazón. Las dolencias cardíacas, el paro cardíaco, es la causa más frecuente de muerte en los Estados Unidos hoy. El corazón se puede parar de repente; la fuente, que continuamente bombea sangre por todo nuestro cuerpo, se rompe y deja de funcionar.

La polea se rompa sobre el pozo está relacionado con la circulación de la sangre. La continua rueda de la vida, que nos mantiene vivos, puede detenerse a causa de la degeneración de las venas, por el endurecimiento de las arterias, o un coágulo puede detenerla, y la muerte ocurre de pronto.

El resultado es que el cuerpo se desmorona: antes que el polvo vuelva a la tierra, como era, pero el espíritu ―la parte de nuestra humanidad que nos diferencia de los animales, esa parte que busca la eternidad, que siente añoranza por algo que está más allá de la vida, esa parte que está inquieta y vacía dentro de nosotros cuando no hemos encontrado la clave de la vida―, el espíritu vuelva a Dios que lo dio. ¡Qué descripción tan vívida es esta del final de la vida!

La conclusión del Buscador, entonces, como hemos estado viendo por todo el libro, es que la vida debajo del sol, la vida vivida sin haber descubierto la razón por la que vivir, es vanidad, vacío, futilidad. La mayor futilidad de todas es una vida que no ha encontrado la razón para vivir. ¡Qué desperdicio es vivir la vida y que usted nunca descubra por qué está aquí! ¡Qué desperdicio es morir sin enterarse del secreto de la verdadera existencia! Esa es la conclusión del Buscador. Comenzó el libro así, en el verso 2, y lo termina aquí con las mismas palabras, en el verso 8 del capítulo 12. Ha investigado todo en la vida y ha llegado siempre a la misma conclusión.

Se ve claro por esta sugerencia (volver al verso 1 de este capítulo), que es difícil encontrar la respuesta a la vida cuando uno es viejo. No mucha gente lo hace. Hay historias (gracias a Dios por cada una de ellas) de personas que vuelven a Dios en los últimos momentos de su vida. Muchos de nosotros, quizá, conocemos a alguien que lo hizo de una manera genuina y real. Sin embargo, relativamente hablando, eso no ocurre con frecuencia.

Las estadísticas indican que la mayoría de la gente que viene a Cristo lo hace mientras son relativamente jóvenes, por debajo de los 50 años de edad. El noventa y cinco por ciento de todos los creyentes viene a Cristo antes de tener 50 años, y la mayoría de ellos, antes de los 30. La juventud es el tiempo de encontrar a Dios. Eso es lo que Qohelet nos dice: Recuerda a tu creador en los días de tu juventud.

Recordar a Dios no significa meramente pensar en Él de vez en cuando. Significa relacionarse con Él, caminar con Él, descubrirlo, aprender a conocer a Dios mientras se es joven. Da dos excelentes razones para esto. Primero, antes que vengan los días malos. La vejez se va a asentar, y una de las características de la vejez es que perdemos nuestra capacidad de cambiar y de aprender cosas nuevas; estamos sometidos a grandes presiones. Esos días se convierten en días malos.

Sé que, probablemente, nunca ha habido un tiempo en que la juventud haya sido sometida a más tentaciones y presiones para vivir malamente que ahora. La tentación nos rodea, es sutil, es poderosa. La atracción del mundo y la carne está constantemente con nosotros, alejando a miles de jóvenes de la verdad de Dios. Pero quiero decirles esto, jóvenes: será peor cuanto más mayores sean. Las presiones para amoldarse crecen cuando uno se incorpora a la vida y a los negocios; cuando se conviertan en padres, cuando se tengan que ganar el pan y fundar hogares, las presiones para amoldarse, para encajar con todas las maneras de vivir del mundo, serán muchas más que cuando todavía están en el instituto o la universidad, o incluso antes. Las presiones del mal aumentan; esa es una buena razón para que recuerden a su Creador en los días de su juventud.

En segundo lugar, sus motivaciones son más elevadas ahora. El Buscador dice que llegarán días en que dirán: No tengo en ellos contentamiento. Es decir, cuando digan: No estoy motivado en absoluto. Una de las señales de la vejez es su mala disposición a cambiar, su resistencia a las nuevas ideas. A menudo he observado la tragedia de las personas que reconocieron el hecho de haberse perdido el secreto de vivir, pero no estaban dispuestos a cambiar, simplemente porque era muy difícil hacerlo cuando eran viejos. Esta es la razón por la que el Buscador exhorta a los jóvenes a aprender sobre Dios ahora, a abrir su corazón a Dios; a buscar la sabiduría de Dios ahora. Aprendan las Escrituras ahora, cuando son jóvenes, mientras la motivación es alta y las presiones del mal son menores, y ustedes puedan descubrir el secreto de vivir mientras son todavía jóvenes.

Tenemos un maravilloso ejemplo de esto en nuestro Señor Jesús. Él creció en un hogar devoto, expuesto a la verdad de las Escrituras, implicado en el trabajo de Su padre en la carpintería. Lo único que se recoge de Él en esos días se nos da en las palabras: Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres (Lucas 2:52). Él puso a Dios primero en Su vida. Entendió que hay una llave para la vida: El secreto de aprender cómo afrontar los problemas y las presiones de la vida es que usted tenga una relación y esté en contacto con el Dios vivo, el cual está obrando en las vidas de los hombres. Jesús se empapó de las Escrituras. Al estar Su mente tan llena de lo que Dios había dicho, podía citarlas de memoria en cualquier momento de Su ministerio. Y entendió esas maravillosas palabras. Tenía tal sabiduría que cuando tenía sólo doce años dejó atónitos a los doctores del templo con la sabiduría que mostraba, haciéndoles preguntas penetrantes que ellos no podían contestar. Luego volvió con Su madre y Su padre para terminar Su adolescencia en ese hogar de Nazareth, habiendo recordado a su Creador en los días de su juventud.

Los últimos cinco versos de este libro son un epílogo. El Buscador nos hace repasar todo el libro y nos recuerda la esmerada investigación que hizo para llegar a su conclusión. Versos 9 y 10:

Cuanto más sabio fue el Predicador (el Buscador), tanto más enseñó sabiduría al pueblo. Escuchó, escudriñó y compuso muchos proverbios. Procuró el Predicador hallar palabras agradables y escribir rectamente palabras de verdad. (Eclesiastés 12:9-10)

En este verso, bastante revelador, nos recuerda lo cuidadosamente que ha recogido el contenido de las páginas de este libro. Primero, él mismo aprendió a ser sabio. La única fuente de esa sabiduría, nos dice, fue la Palabra de Dios, así que buscó por todas las Escrituras, las aprendió y las enseñó al pueblo.

El conocimiento de las Escrituras capacitó al Buscador para enseñar con gran poder e influencia, pero sólo después de una esmerada preparación. Fíjese en lo que hizo: ordenó estos proverbios con diligencia. Hemos notado a lo largo de este libro cuántos proverbios usa para ilustrar la verdad que estaba exponiendo. No fueron escogidos a la ligera. Debemos tomárnoslos en serio. No son meros chascarrillos para entretener a la gente. Están cuidadosamente elegidos para ilustrar lo que él tenía que decir.

Mucho más que eso, él buscó palabras exactas y atractivas, con las cuales pudiera expresar su sabiduría. Voy a predicar a los predicadores sobre este verso. Esta es una manera genial de ayudarles a entender que lo que es necesario al prepararse para el ministerio público no es sólo la comprensión de la materia, sino el reflexionar sobre cómo decir las cosas de modo que la gente las escuche. Eso es lo que el Buscador hizo.

En los versos 11 y 12, subraya el valor de estas Escrituras:

Las palabras de los sabios son como aguijones, y como clavos hincados las de los maestros de las congregaciones, pronunciadas por un pastor. Ahora, hijo, a más de esto acepta ser amonestado. No tiene objeto escribir muchos libros; el mucho estudio es fatiga para el cuerpo. (Eclesiastés 12:11-12)

Todos ustedes, los universitarios que están en casa por Navidad, pueden decir Amén a eso. El mucho estudio es fatiga para el cuerpo. Pero fíjese cómo describe el valor de las Escrituras: son como un aguijón que te pincha y te empuja; no puedes sacarlo de tu mente. Hace que vayamos a donde normalmente no iríamos; nos libera a base de punzarnos.

Sospecho que muchos de ustedes han descubierto que las Escrituras son así. Recuerdo el caso de un hombre que estuvo atrapado por una terrible depresión durante más de un año. Eso había destruido su familia y su matrimonio; había perdido su trabajo y no podía seguir adelante. Pero fue liberado de esa situación a través de la meditación diaria de una sencilla declaración que encontró en las Escrituras, lo único de las Escrituras que podía creer en aquel momento, las palabras de Jesús: no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lucas 22:42b). Meditar esto día tras día lo aguijoneó, lo empujó y le urgió a pensar en su vida en esos términos. Fue sacado de su depresión en un periodo de tiempo relativamente corto, y nunca volvió a ella otra vez. Así es como las Escrituras liberan.

Las Escrituras también son "como clavos [anclas, firmemente] hincados". Usted puede agarrarse a ellas y sujetarse fuerte en tiempos de peligro o tentación. Una vez, en mi propia vida, cuando estuve seriamente atribulado en mi corazón y profundamente turbado, tanto que ni siquiera podía comer, una frase de los labios de Jesús me venía a la mente una y otra vez. Era la frase del capítulo 14 de Juan, donde Jesús decía a sus atribulados discípulos: No se turbe vuestro corazón (Juan 14:1a). Esto me daba a entender que el corazón atribulado del creyente está sujeto a la voluntad del mismo. El creyente puede dejar que su corazón se atribule, o puede no dejarle. El fundamento para no dejar que se atribule está en las palabras que siguen inmediatamente. Jesús dijo: creéis en Dios, creed también en mí (Juan 14:1b). Una y otra vez Él decía: "No os turbéis en vuestro corazón, pues yo estoy con vosotros”. Cuando quedé impactado por la consciencia de que mi Señor vivo estaba allí, con sabiduría y poder para dirigir la situación, sentí que se me quitaba un peso del corazón. Era libre para no permitir que mi corazón se atribulara. Ese es el poder de las Escrituras.

¿Por qué tienen este poder único? Más que ningún otro libro, las Escrituras tienen esta habilidad. La razón, según el verso 11, es porque las palabras están pronunciadas por un Pastor. Son palabras inspiradas, exhaladas por Dios. El corazón de Dios es el corazón de un pastor; Él nos ve como ovejas errantes necesitadas del cuidado de un pastor. El hecho de que el Señor es nuestro Pastor es probablemente la razón por la que los pastores de Belén fueron escogidos para ser los primeros hombres que oyeron las maravillosas palabras de los ángeles: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor (Lucas 2:11). Ellos entenderían que, como dice Isaías: Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino (Isaías 53:6a). Pero, en la esperanza que se despertó esa mañana de Navidad, estaba la consciencia de que Aquel que nació en el portal era Aquel de quien se dijo: mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros (Isaias 53:6b). Ahí es donde la esperanza llega a la vida.

No tiene objeto escribir muchos libros. Este es el mensaje de sabiduría a los eruditos y buscadores de conocimiento: el mucho estudio es fatiga para el cuerpo. Usted puede matarse leyendo, puede estudiar hasta morir. Como he señalado muchas veces, las Escrituras no están diciendo que eso esté mal; es correcto leer e investigar y saber y aprender, pero, cuidado con dejar que esto le haga olvidar el hecho simple que este libro expone tan claramente: que Dios es el secreto de la vida, que Él es la respuesta, la razón de existir. Hasta que lo descubramos a Él, el estudio y los libros nunca serán de valor permanente para nosotros.

Esto está final y claramente afirmado en los dos versos de cierre del libro:

El fin de todo el discurso que has oído es: Teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto es el todo del hombre. Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala. (Eclesiastés 12:13-14)

Eso es el secreto de el todo del hombre, de la integridad del hombre. Temer a Dios y guardar Sus mandamientos es aprender a ser y a descubrir el secreto de ser una persona en integridad. ¿Quién no desea eso? Todos queremos ser personas completas. No rotas, fragmentadas, fácilmente perturbables, erráticas, corriendo en todas direcciones a la vez, sino personas estables, controladas, equilibradas, gente íntegra. He aquí el secreto. Esto es lo que hemos de aprender cuando somos jóvenes: Recuerda a tu Creador en los días de tu juventud, antes de que las presiones se te echen encima. Este es el secreto de la integridad: Teme a Dios y guarda sus mandamientos.

Todo está supeditado a esas palabras: Teme a Dios. Sé que es una idea difícil de entender para nosotros. La mayoría de nosotros la entendemos en términos de terror abyecto, de huir de Dios, de verlo como una amenaza, pero ese nunca es el significado bíblico de la palabra. He intentado poner la palabra FEAR (temor, en inglés) en forma de acróstico, para hacer que sea más fácil recordar los elementos que el temor de Dios incluye.

Primero, la F de fe en Su existencia. Usted no puede venir a Dios a menos que sepa que está ahí. Hebreos 11:6 dice: Es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe y que recompensa a los que lo buscan. Ahí es donde comienza el temor, en la fe en que Dios existe. La totalidad del universo creado nos está gritando eso. Todas las reacciones interiores de nuestro corazón lo confirman. La Palabra de Dios lo declara. La historia lo confirma. Hay un mundo de evidencia de que Dios está ahí. Francis Schaeffer dice que esta es la primera y más grande verdad del evangelio: el Dios que está ahí.

Luego la E. Experiencia de Su gracia. Usted nunca podrá temer a Dios apropiadamente hasta que haya aprendido la clase de Dios que es. Él es un Dios de misericordia, de gracia, de perdón. Nunca podrá temer a Dios correctamente hasta que usted se ponga delante de Él y sienta su culpa, la reconozca, sepa que está equivocado y corrompido, y le oiga decir dentro de su corazón: Ni yo te condeno; vete y no peques más (Juan 8:11). Uno de los elementos del temor es la experiencia de la maravilla del perdón, de que Dios le perdona y le envía de nuevo con un propósito totalmente nuevo y nuevos recursos a su disposición.

Esto conduce al tercer elemento: A de admiración de la majestad, la sabiduría y la maravilla que es Dios. ¿Qué Ser tan extraordinario es! ¡Qué mente tan maravillosa, que puede comprender todos los billones de datos de información de este universo y mantenerlos continuamente ante Él, que puede oír todas las voces y relacionarse con todas las personas que han vivido alguna vez! ¡Qué Dios tan maravilloso! Admirarse ante Su majestad, Su inmensidad que lo abarca todo, Su poder y sabiduría infalible, es parte del temor de Dios.

La última letra, R, representa la resolución. Tome la resolución de hacer lo que Él dice, de obedecer Su palabra, de guardar Sus mandamientos, como dice el Buscador aquí. Hay solamente dos mandamientos; Jesús mismo lo dijo. Toda la Ley y las Escrituras pueden reducirse a dos cosas sencillas: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente (Mateo 22:37). Esa es la respuesta al amor que Él ya le ha dado a usted; ámelo, porque Él le amó primero. Y segundo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Eso es todo. Como dijo Miqueas: Lo que pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, amar misericordia y humillarte ante tu Dios (Miqueas 6:8). Ahí está: obedecerle, seguirle y guardar Sus mandamientos. Así que, esto es lo que significa temer a Dios: Fe, Experiencia, Admiración, Resolución.

Una ayuda para esto es recordar, como concluye el Buscador: "nada puede esconderse de Sus ojos":

Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala. (Eclesiastés 12:14)

No podemos escondernos de Dios. Él es omnipresente en toda nuestra vida. Él sabe todo lo que pasa; conoce cada pensamiento del corazón, cada palabra de nuestra boca. Él sabe los motivos que procuramos esconder de los demás. Ve la duplicidad, el engaño, el desamor. Él ha hecho provisión para todo ello; nada puede esconderse. Todo va a salir a relucir al final. Todas las ilusiones con las que procuramos convencernos a nosotros mismos de que las cosas no son de la manera que dice la Biblia, serán eliminadas, y nos veremos a nosotros mismos como Él nos ve; y no habrá ninguna voz que se alce para desafiar la rectitud de Su juicio.

Por ello, Qohelet nos exhorta y pone delante de nosotros la maravilla y la gloria de nuestro Dios, y dice: Teme a Dios. Ten fe en Su existencia; experimenta Su gracia; contempla admirado Su Persona; y toma la resolución de obedecerle. Eso es lo que significa temer a Dios. Ese es el secreto de la vida; ese es el secreto de la plenitud del hombre.