Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia. Anda según los caminos de tu corazón y la vista de tus ojos, pero recuerda que sobre todas estas cosas te juzgará Dios.
Eclesiastés 11:9
Yo me siento siempre asombrado por la energía que tienen los jóvenes. Nosotros tenemos tres nietos que viven con nosotros. Cuando llego a casa cansado y hasta agotado, a pesar de que han estado todo el día corriendo de un lado a otro, todavía quieren luchar conmigo. En algunas ocasiones suspiro de alivio cuando por fin se dan por vencidos y se van a la cama. George Bernard Shaw dijo: “La juventud es algo tan maravilloso que es una lástima derrocharla con los jóvenes”. Dios concede el don de la juventud, de modo que regocíjese usted con ella. En general, los jóvenes creen siempre que todo va a salir bien, de modo que siguen adelante con energías. Este versículo estimula a ello.
La juventud es el tiempo durante el cual hacer planes, intentar cosas nuevas, explorar nuevas oportunidades, nuevas aventuras. Cuando yo tenía unos veinte años, tuve la oportunidad, después de que estallase la segunda guerra mundial, de ir a las islas de Hawaii y trabajar allí en la industria. La juventud es el tiempo para aprovechar las oportunidades y para seguir nuestros deseos.
Pero, hay siempre un “pero”, ¿no es cierto? Recuerde usted que a la postre siempre hay que rendir cuentas. Este libro concluirá recordando de nuevo este hecho: “Pues Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala” (Eclesiastés 12:14). Esto no es una amenaza, es sencillamente un recordatorio a la juventud de que, a pesar de que existen grandes puertas abiertas de oportunidad ante ellos, más adelante en la vida tendrán que darse cuenta de que es preciso que a la hora de tomar decisiones y escoger lo hagan con sabiduría. Es preciso que los jóvenes se nieguen los placeres del pecado; es preciso tomar decisiones teniendo en cuenta lo que a la postre será la evaluación de sus vidas.
Continúa explicando lo que quiere decir exactamente. Primero: “Quita, pues, de tu corazón el enojo” (11:10a). El enojo es una palabra que combina los pensamientos sobre la ira y el resentimiento. Los jóvenes tienen tendencia a sentirse furiosos y resentidos cuando las cosas no suceden como a ellos les gusta. Eso es lo que hace que los jóvenes se rebelen. De manera que “quita de tu corazón el enojo”.
Y en segundo lugar: “Aparta de tu carne el mal, porque la adolescencia y la juventud son vanidad” (v. 10). Deja a un lado las cosas peligrosas, como las drogas, el uso inapropiado de la potencia sexual, las cosas perjudiciales, el fumar, el emborracharse; deja de participar en ellas. Eso es vivir reflexivamente durante toda la vida.
Recuerda además que “la adolescencia y la juventud son vanidad” (v. 10), o carentes de significado. Incluso esa gloriosa experiencia que es la juventud no es el motivo por el que se concedió la vida. Nos encontramos aquí con un desafío a las ilusiones seculares a las que nos vemos sometidos todo el tiempo. La juventud es algo que ponen ante nosotros para que lo imitemos, pero la juventud es en sí misma un vacío. No es una vitalidad que satisfaga, sino una relación con el Dios vivo. La vida halla su realización, su significado, solamente cuando desarrollamos una relación con el Dios vivo a lo largo de toda nuestra vida. Es por eso que el Buscador continúa diciendo en el capítulo final: “Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud” (Eclesiastés 12:1a).
Señor, un día me encontraré ante Tu presencia y tendré que rendir cuentas de lo que he hecho. Permíteme vivir ahora, en cualquier etapa en la que me encuentre, teniendo esto en cuenta.
Aplicación a la vida
La juventud con toda su gloria y energía está llena de oportunidades. Mientras somos aún jóvenes ¿estamos nosotros incrementando cada vez más de manera pensativa y considerada nuestra relación con el Señor viviente? ¿Cómo lo estamos haciendo?