Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de nosotros.
2 Corintios 4:7
Hay dos factores profundamente importantes en este versículo: la descripción de la humanidad básica y la revelación de la intención de Dios. Pablo primero mira al material básico con el que Dios trabaja y lo describe como un vaso modesto: vasijas de arcilla. Quizás usted nunca ha pensado de sí mismo como un recipiente, pero es un concepto fundamental de la visión bíblica del hombre. ¿Para qué sirven los recipientes? Son esencialmente contenedores hechos para llevar algo, y cuando no hay nada en ellos están vacíos. Esto nos recuerda que los seres humanos fueron creados con la intención de que contuvieran algo.
Es fascinante descubrir que, en este versículo, no somos sólo recipientes, sino que estamos hechos de barro, que en sí mismo tiene poco valor. No hay mucho de qué presumir en los seres humanos. A pesar de nuestras vastas posibilidades recibidas de Dios y nuestra pretensión de gran sabiduría e inteligencia, debemos afrontar el humillante hecho de que somos los responsables directos de los terribles problemas que ahora ahogan la tierra. Separados de Dios, no somos más que vasos de barro, ¡y a veces somos vasos agrietados en eso!
Por supuesto, hay todo tipo y calidades de barro. Algunas personas son como porcelana china; se quiebran fácilmente. Aunque tiene una textura muy fina, no es más que un tipo de barro. Otras son más parecidas a barro secado al sol y se desmoronan al primer golpecito. Algunas son duras y resistentes por naturaleza, y otras son flexibles y fáciles de moldear. Pero todas son barro. En el fondo todos somos gente corriente.
Pero el cristiano es más que un vaso vacío. Tiene algo dentro o, más exactamente, Alguien dentro. ¡Tenemos un tesoro en nuestro vaso de barro! Y más que un tesoro, ¡un poder transcendente! Eso es la humanidad como Dios tenía la intención que fuera. El vaso de barro no es mucho en sí mismo, pero contiene un tesoro inestimable, invaluable, y un poder trascendente, mayor que cualquier otro poder conocido por la humanidad.
Dios ha diseñado, incluso a personas comunes como nosotros, para que podamos ser los portadores de las riquezas y el poder más extraordinarios jamás conocidos.
El tesoro y el poder no vienen de nosotros, sino de Dios.
¿No le suena familiar?
Nada viene de nosotros; todo viene de Dios
.
Dios lo dispuso de esta manera; Él pretendía que este gran poder, sabiduría y amor se hicieran visibles en la gente corriente.
La única esperanza que tenemos de realizar la gloria que Dios quiso para nosotros es aprender a abastecernos del tesoro interior y ser empoderados con el poder disponible. Ese tesoro y ese poder son Cristo ¡dentro de usted! Por Su designio, Dios confía este secreto a personas fallidas, defectuosas, débiles y pecadoras, para que quede claro que el poder no se origina en nosotros. No es el resultado de una fuerte personalidad, o de una mente aguda y finamente perfeccionada o de una buena crianza y experiencia. No, surge únicamente de la presencia de Dios en el corazón. Nuestra condición terrenal debe ser tan evidente para los demás como lo es el poder, para que puedan ver que el secreto no está en nosotros sino en Dios. Por esa razón debemos ser gente transparente, sin esconder nuestras debilidades y fracasos, sino admitiéndolos honestamente cuando ocurran.
Gracias, Señor, por haberme hecho un recipiente corriente, pero lleno con la misma vida de Dios. Ayúdame a estar dispuesto a dejar ver mis debilidades a los demás, para que puedan también ver Tu poder obrando en mí.
Aplicación a la vida
¿Qué clase de vaso terrenal es usted? ¿Permitirá que sus debilidades sean vistas para que el Señor pueda llenarle con Su poder y Su presencia?