Estamos atribulados en todo, pero no angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos.
2 Corintios 4:8-9
Uno de los mayores conceptos erróneos sostenidos por muchos es que ser cristiano significa que la vida se suaviza repentinamente, que aparecerán puentes misteriosos sobre los abismos, que los vientos del destino serán atemperados y todas las dificultades desaparecerán. No, el cristianismo no es ser miembro de un club con alfombra roja. Todos los problemas y presiones de la vida permanecen, e incluso se intensifican. Los cristianos deben enfrentarse a la vida en bruto, tal como lo hace cualquiera. El propósito de la vida cristiana no es escaparse de los peligros y dificultades, sino demostrar que estos son atendidos de una forma diferente. Debe haber problemas o no puede haber demostración. Mire las cuatro categorías de problemas que Pablo describe:
Aflicciones: Estamos atribulados en todo
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Éstas son las irritaciones normales de la vida a las que todos se enfrentan, los incidentes molestos y problemáticos que nos afligen.
La lavadora se avería; llueve en su día libre; el perro vomita sobre la alfombra nueva; su suegra llega inesperadamente para una larga visita; el tráfico es peor de lo normal; usted suspende el examen que esperaba aprobar.
Todas éstas son aflicciones normales.
Son los golpes de la vida que llegan a todos.
Los cristianos no están exentos.
Perplejidades: Ni siquiera los apóstoles sabían siempre lo que tenían que hacer. A veces no estaban seguros y no podían entender por qué Dios permitía que ocurrieran algunas cosas. De vez en cuando les resultaba difícil tomar decisiones, como nos pasa a los demás. Habrá muchos momentos de incertidumbre en nuestras vidas, muchas ocasiones en que no sabemos qué hacer, qué decir o por qué ocurren las cosas. Éstas son perplejidades dentro de lo normal.
Persecuciones: Al cristiano se le prometen persecuciones.
Esto cubre toda la gama de ofensas deliberadas contra los cristianos, desde leves ostracismos, trato frío y distante y comentarios críticos, hasta difamaciones en la reputación, obstáculos al ministerio, ataques personales y corporales, e incluso tortura y muerte.
Los cristianos pueden esperar algunas o todas estas cosas.
Los apóstoles fueron perseguidos hasta la muerte, como incluso el Señor lo era, pues el siervo no es mayor que su señor
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Catástrofes: ¡Derribados!
La palabra tiene poder para helar el corazón.
Se refiere a los golpes imponentes y devastadores que parecen venir de la nada: cáncer, accidentes fatales, ataques al corazón, disturbios, guerra, terremotos, Alzheimer.
Los cristianos no están protegidos de estos sucesos catastróficos.
Son experiencias terribles que prueban la fe hasta el límite y nos dejan asustados y desconcertados.
Pero, mire las reacciones a estas pruebas: ¡Estamos atribulados en todo, pero no angustiados!
¡En apuros, pero no desesperados!
¡Perseguidos, pero no desamparados!
¡Derribados, pero no destruidos!
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Hay un poder interior, un poder trascendente, diferente de cualquier otro, que sigue contrarrestando lo que viene de fuera con una fuerza superior, para que no seamos aplastados, privados de esperanza, abandonados o destruidos.
Este poder interior fue dado con el propósito mismo de lidiar con las aflicciones. Estamos expuestos a ellas con el fin de demostrar una reacción diferente de la que tendría una persona del mundo. Nuestros vecinos, observándonos, encontrarán esto difícil de explicar, y solamente cuando los dejemos perplejos será posible impresionarles con las ventajas que da nuestra fe. Habrá una naturaleza en nosotros que sólo puede ser explicada por la acción de Dios. Debe ser evidente que el poder pertenece a Dios y no a nosotros.
Gracias por las cosas que me mantienen dependiendo de Ti, Señor. Ayúdame a no despreciarlas, sino a confiar en Ti para demostrar Tu poder en medio de ellas.
Aplicación a la vida
¿Está usted siendo presionado, puesto en apuros, perseguido o derribado? Dedique un momento a pedirle a Dios que le proporcione el poder de mostrar al mundo la esperanza que hay dentro de usted.