No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús, porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
2 Corintios 4:5-6
¿Qué hay de las personas cuyas mentes están cegadas? ¿No hay esperanza para ellas? La predicación de Jesús como Señor es un mensaje honrado por Dios, y Dios es un ser de increíble poder y autoridad. De hecho, Él es el que, en la creación, mandó que de las tinieblas resplandeciera la luz. Fíjese que no mandó a la luz brillar en las tinieblas; ¡Él literalmente mandó que las tinieblas produjeran luz!
¿Por qué están pereciendo esas personas? Sus mentes están cegadas; viven en las tinieblas. Ya han dado la espalda a la forma normal por la cual Dios propone salvar a las personas: por medio de una reacción sincera ante la realidad. Pero su caso no es desesperado, pues el Dios a quien Pablo predica es capaz de sacar luz de las tinieblas. Existe todavía la posibilidad de que, cuando oigan las buenas noticias de que Jesús es Señor, Dios realice un acto creativo y saque luz de las tinieblas. Por esta razón, el cristiano siempre puede testificar con esperanza, sabiendo que un Dios soberano obrará con poder de resurrección para sacar luz de las tinieblas en muchos corazones.
Pablo se ve a sí mismo como una de estas personas. Antes de su conversión él había tenido la intención de agradar a Dios, pero la oscuridad en la que vivía era tan profunda que cuando vio y oyó a Jesús no pudo reconocerlo como Hijo de Dios. Pero en el camino a Damasco fue abrumado de repente por la luz. De la oscuridad de su mente brillante, la luz resplandeció e iluminó las tinieblas de su entregado corazón. Allí experimentó lo que había buscado por mucho tiempo: el conocimiento de la gloria de Dios. Para su asombro total, lo encontró donde menos lo esperaba: en la faz de Jesucristo.
Debido a su propia experiencia, el apóstol tiene cuidado ahora de mantener su predicación intensamente enfocada en el único sujeto al que Dios honrará llamando a la luz de las tinieblas: Jesucristo como Señor, y nosotros mismos como siervos por amor de Jesús. El peligro al predicar es que demasiado a menudo nos ofrecemos a nosotros mismos como el remedio para la necesidad humana. Hablamos de la iglesia o de la educación cristiana o del modo de vida cristiano, cuando a quien la gente necesita todo el tiempo es a Jesús. La iglesia no puede salvar; un conocimiento de la filosofía cristiana no cura; la doctrina sin amor se envanece. Sólo Jesús es Señor.
En vista de esto, el papel del cristiano es el de siervo.
Ha de descubrir las necesidades de los otros y hacer cualquier cosa que su Señor le diga para remediar esas necesidades.
Es un siervo por amor a Jesús
.
Nunca es siervo de los hombres, sino siervo de Jesús, y por eso sirve a los hombres.
Ésa es una distinción importante.
Un amigo mío decía: El error trágico que cometí fue que me convertí en siervo de la gente.
Me sentía obligado a responder favorablemente cuando alguien llamaba y me pedía hacer algo.
Alguien decía:
Creo que deberías hacer esto y aquello
, y yo decía: Bueno, será mejor que lo haga
.
Entonces otras cinco personas me decían lo que pensaban que yo debería hacer.
De repente me encontré en problemas porque no podía hacerlo todo.
Pero, cuando revisé la vida de Jesús, encontré que Él era un siervo del Padre, no un siervo de la gente.
Se sometió a Sí mismo a la gente a quienes el Padre escogió.
Esto me hizo libre.
Señor, Tú tienes el poder de sacar luz de las tinieblas. Dame poder para servirte a Ti y a las personas que me encomendaste servir en Tu nombre.
Aplicación a la vida
¿Se ve a sí mismo como un siervo por amor de Jesús, y no como siervo del hombre? ¿Qué le parece eso para hoy?