Todo aquel que permanece en él, no peca.
1 Juan 3:6a
Juan lo explica con toda claridad: “Todo el que permanece en él, no peca”. O para usar un término intercambiable que él nos ha dado relacionado con el pecado: “Ninguna persona que vive en él vive desenfrenadamente”. Éstas son las buenas noticias.
Tal vez algunos dirán: “¡Espera un momento! ¿No es ésta una contradicción? En el primer capítulo, versículo 8, Juan dice: ‘Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros’. Y ahora en el capítulo 3 dice: ‘Todo aquel que permanece en él, no peca’. ¿Cómo es esto? ¿Y acaso no es más positivo lo que dice en el versículo 9 del capítulo 3: ‘Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios’?”. Sin duda esto representa un problema. Debemos admitir que nos encontramos con uno de los pasajes más difíciles de las Escrituras. Pero es uno de los más importantes y no es una contradicción. El hombre que escribe esto no es un insensato; Juan era un hombre inteligente. Él no dice algo en una página que se contradice después en otra. Es un apóstol inspirado y escribe con sabiduría, con inteligencia y con entendimiento.
El problema queda realmente resuelto por el tiempo del verbo que emplea el apóstol aquí: “Todo aquel que permanece en él, no peca”. Usa el presente continuo del verbo en relación con la palabra pecar para decir: “Ninguna persona que permanece en él sigue pecando”. Si Juan hubiese querido referirse a un solo acto de pecado, hubiese dicho sin duda alguna: “Ninguno que permanece en él puede cometer ni siquiera un acto de pecado”. Pero no dijo eso, sino que usó el tiempo continuo. Si nos fijamos en esto, nos será de gran ayuda para entender el pasaje. De modo que está diciendo: “Cualquiera que permanezca en Cristo no continuará viviendo en pecado”.
Pero ahora no debemos pasar por encima de los árboles por estar demasiado concentrados en el bosque. ¿Cómo puede usted evitar llevar una vida licenciosa? ¿Cómo llegamos al punto en el que no vivimos pecando? Según él lo explica, la solución se encuentra en esta palabra: permanecer. “Ninguna persona que permanece en él sigue pecando”. Por lo tanto, la clave es permanecer. Ya hemos visto que la relación de los creyentes con Jesucristo hace que participen en dos aspectos diferentes. Permanecer en Cristo es un paso más allá de estar sencillamente “en Cristo”. Nuestro Señor mismo habló acerca de estos dos aspectos de la relación del discípulo con Él. Lo describe con estas palabras: “yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí” (Juan 14:20b). Estos dos aspectos son muy importantes.
“Vosotros en mí” es estar en Cristo. Es creer y recibir a Jesucristo. Es estar unidos en una unión con Él que da como resultado el nuevo nacimiento. Es actuar sobre Su invitación de entrar en su vida. Cuando usted lo hace, está “en Cristo”. “Vosotros en mí”, ésa es la primera unión.
Pero lo que nos libera de que reine el pecado es la segunda relación: “yo en vosotros”, la cual experimentamos por medio de una actitud de fe a Cristo en nosotros, al habitar Él en nuestros corazones. Le permitimos que viva por medio de nosotros. Esperamos que lo haga en cada momento de nuestra experiencia, que es lo que se llama permanecer, y es esto lo que da como resultado el que seamos libres de la esclavitud y del poder del pecado de manera que podamos llevar vidas santas.
Señor, te doy gracias que ésta es la experiencia continua de las personas que tienen una relación con el Señor Jesucristo, que se ofrece a Sí mismo a mí con este mismo propósito. Haz de mí un ejemplo vivo de este intercambio revolucionario: “Tú en mi y yo en Ti”.
Aplicación a la vida
La justicia de Cristo revoluciona literal y radicalmente las vidas. El poder de Su Presencia que habita en nosotros transforma las vidas. ¿Hemos aceptado por fe esta verdad en nuestro interior?