Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
1 Juan 3:5
Jesucristo se ha manifestado con el propósito de quitar, o eliminar, los pecados. Éste es el gran propósito por el que vino a este mundo. Unido con este propósito está la gran posibilidad que fluye de él: “y no hay pecado en él”. Éste es el glorioso evangelio de esperanza. Existe una manera, pero no hay más que una sola manera. Esto es como decir que el aire es lo único que podemos respirar. Necesitamos una sola solución a este dilema humano. No hay más que una sola manera, porque no hay más que Uno solo que ha aparecido en la historia humana que puede quitar los pecados.
Él no lo hace como un acto de magia. No menea una varita mágica ni pronuncia alguna abracadabra religiosa y el problema queda resuelto... ¡de buenas a primeras! De repente usted se ve libre de pecado, el desenfreno ha desaparecido y usted no volverá jamás a tener problema con él. Si ésa es su idea de la fe cristiana, está usted totalmente equivocado. Pero, como hemos visto a lo largo de esta epístola de Juan, el Señor Jesucristo ha aparecido para quitar los pecados. ¿Cómo lo hace? Lo hace impartiendo vida, como si encendiese la luz, despertando el amor. Éstas son las cosas que reaccionan frente a las manifestaciones del desenfreno. ¿Qué es el llevar una vida desenfrenada? Es lo que produce la muerte, la destrucción de la vida, las tinieblas, lo que apaga la luz, el odio y la violación del amor.
¿Qué es lo que da Jesucristo? Da vida en lugar de la muerte, luz en lugar de oscuridad y amor en lugar de odio. Cuando recibe usted a Jesucristo, eso es sólo el principio; a eso le sigue toda la vida cristiana. Como hemos estado aprendiendo, es un proceso de crecimiento, pero los resultados son inevitablemente los mismos. El pecado queda eliminado, queda eliminada la vida de desenfreno, y se produce la restauración del corazón humano en el que reina el orden y la paz. Ésa ha sido demostrado a lo largo de la historia humana. Repetidamente, en cada generación, los casos más difíciles han respondido a este remedio asombroso: los homosexuales, los alcohólicos, los drogadictos, los adictos al sexo, los asesinos, los ladrones. Incluso casos mucho más difíciles se han rendido: los orgullosos, los intelectuales, los amargados, los cínicos, los jóvenes enfurecidos, los ancianos agotados. Y han existido siempre los que habían desesperado, los heridos de espíritu, los que vivían sin esperanza, los patéticos, los dignos de lástima, los perdidos, los abandonados quebrantados que pasan por la vida como flotando. Poco importa dónde o cuándo han vivido las personas; ha sido siempre la misma historia, siempre la misma liberación, siempre los mismos resultados: el recuperarse de llevar una vida disoluta. El milagro sucede cuando las personas conocen a Jesucristo y le reciben en sus vidas. Entonces comienza a sanar la enfermedad.
Señor, haz posible que tenga el privilegio de ser parte de esto, la causa más grande de todas, para que pueda ver claramente que no hay nada que sea más importante a la que pudiese entregarme que proclamar este poderoso mensaje de sanidad.
Aplicación a la vida
¿Cuál fue el propósito de que Jesucristo naciese en nuestro mundo? ¿De qué manera afecta el que Él diese Su vida a la muerte repetitiva, a las tinieblas y al odio que existe hoy?