Así como la unción... os ha enseñado, permaneced en él.
1 Juan 2:27b
El énfasis de estos versículos está en las palabras “como la unción os ha enseñado”. Lo que el Espíritu le ha enseñado a usted, no lo que le ha enseñado a otra persona. Después de la resurrección, Jesús le dijo a Pedro: ―Alimenta a mis ovejas.
Y Pedro dio vuelta y, viendo a Juan, dijo: ―Señor, ¿y qué de éste?
¿Se acuerda usted lo que Jesús le contestó? Dijo: ―Si quiero que él quede hasta que yo vuelva, ¿qué a ti? Sígueme tú. Lo que enseño a éste hacer le toca a él saber. Lo que te he dicho que hagas te toca a tí hacer (véase Juan 21:15-22).
Esto es algo intensamente personal. Lo que usted ha aprendido de la palabra del Espíritu, por medio de la intervención de los maestros humanos, debe ser el fundamento de sus acciones. Pero su actividad debe basarse siempre en la convicción de lo que usted ha recibido. En otras palabras, usted camina por fe en la Palabra de Dios tal como Dios se la ha enseñado a usted y no por lo que ha aprendido usted de la tradición. La tradición ha sido, desde el punto de vista histórico, uno de los más mortales enemigos de la iglesia y ha impedido que las personas progresen en su vida espiritual.
Siempre que condicionamos a las personas a recibir su verdad de segunda mano por medio de algún otro individuo, alguna línea de autoridades en sucesión sobre ellas, las hemos condicionado a responder de inmediato a falsedad que comienza en lo alto. Es por eso que las jerarquías se descarrían tan rápida y fácilmente. No, en la vida cristiana toda la verdad es intensamente personal y viene directamente a usted del Espíritu Santo.
Eso significa que no necesita tener a un erudito que le interprete la Palabra de Dios. Puede usted sentirse agradecido por los eruditos; puede leer sus comentarios, que le serán de ayuda, y el Señor los usará para enseñarle algo a usted, pero no depende usted de ellos. No tiene necesidad de que ninguna persona le enseñe a usted a este nivel, porque el Espíritu Santo puede instruirle a usted. Debemos estar abiertos, como es natural, a escuchar lo que otros tienen que decir. Charles Spurgeon dijo en una ocasión: “No entiendo a esos hombres que tienen una opinión tan elevada de lo que el Espíritu Santo les dice y una opinión tan pobre de lo que le dice a cualquier otra persona”. Debemos recordar que el Espíritu de Dios sí habla por medio de otras personas, así como por medio de nosotros. Pero finalmente, debemos actuar sólo conforme a lo que el Señor nos ha dicho a nosotros. Eso fue lo que hizo posible que Martín Lutero estuviese a solas ante el emperador, con todos los dignatarios del estado y de la iglesia reunidos y puestos en su contra, diciendo: “¡No puedo hacer otra cosa; ésta es mi postura! ¡Que Dios me ayude!”. Estaba escuchando a la voz del Espíritu en él.
Esta obediencia resulta absolutamente necesaria porque es sólo sobre esta base que puede usted “permanecer en él”, y ahí es donde entra la falta de fruto. No puede seguir usted otra ruta; no puede usted vivir la vida espiritual de otra persona por ella ni tampoco obligarla a seguir su ruta. Debe usted abrir la Palabra, meditar en ella, escuchar al Espíritu Santo en ella, escuchar a otras personas según les ha enseñado el Espíritu Santo, y después, teniendo ante usted todo este testimonio externo, obedecer lo que el Espíritu le ha confirmado a su corazón que es la verdad. Juan dice que cuando hacemos esto, permaneceremos en Él.
Padre, te doy gracias por este asombroso fenómeno de un Espíritu maestro en mi interior. Ayúdame a estar dispuesto a escuchar, teniendo ojos para ver y oídos para escuchar. Permite que penetre en lo más profundo de mi espíritu, mediante el cual entenderé y captaré estas asombrosas riquezas en Cristo Jesús.
Aplicación a la vida
¿Cuál es la aventura diaria que permite poner en práctica cada solución de Dios para cada problema en lugar de hacer uso de la nuestra? ¿Estamos permitiendo con gusto que la Palabra viva tome posesión de nosotros cada día?