Considerad, pues, hermanos, vuestra vocación y ved que no hay muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia.
1 Corintios 1:26-29
El apóstol está tratando con la sabiduría del mundo en comparación con la inescrutable, maravillosa sabiduría de Dios. Estos creyentes que estaban viviendo en el Corinto de la antigüedad estaban exaltando la sabiduría del mundo. La costumbre griega de filosofar sobre todo había penetrado la iglesia, y se estaban dividiendo en varias facciones, siguiendo a ciertos hombres, peleándose, jactándose, dividiéndose, gloriándose en las habilidades y el poder de los hombres, la percepción y la sabiduría de los hombres.
Para tratar con esto, el apóstol nos enseña cómo Dios obra. Lo muestra en un contraste muy simple y utiliza a estos corintios mismos como la prueba A. Dice: “Contemplaos a vosotros mismos; considerad vuestro llamamiento; mirad lo que ha ocurrido en vuestras propias vidas”. Entonces saca a relucir dos hechos un tanto obvios, pero muy importantes, que evidentemente estaban ignorando en su pensamiento. Primero, dice: “No hay muchos entre vosotros que sean poderosos, ¿no es así?”. Afortunadamente, Pablo no dijo: “cualquier” poderoso. Lady Hamilton, quien era una creyente evangélica entre la nobleza inglesa en la parte temprana de este siglo, solía decir que ella estaba salvada por un “ni”, ya que si no hubiera dicho “ni” muchos poderosos o “ni” muchos nobles, ella no lo hubiera conseguido, pero el “ni” lo cambió todo y le permitió entrar. Ahí en Corinto había algunos que tenían una cierta posición en la comunidad, pero no muchos. Muchos de ellos eran esclavos, quizás, gente desconocida, gente común, gente ordinaria como tú y como yo.
Algunos de ellos eran débiles, el apóstol dice, o sea, no tenían influencia política ni militar; no eran hombres de influencia; no tenían “palanca” en el juzgado de la ciudad. Estaban sin poder, aparentemente, para afectar la vida a su alrededor, pero Dios los eligió. Estaban formados de lo que llamaríamos las clases obreras: artesanos, comerciantes, la gente pequeña del mundo. Así que, si te estás sintiendo como que nadie te reconoce, deberías regocijarte de que eres cristiano, porque el poder y la influencia no son necesarios para ser grandemente utilizados por Dios. Dios se deleita en dejar de lado las cosas impresionantes de los hombres.
Eso no significa que Dios no utilice a menudo a la gente de posición y de importancia asimismo. Lo hace, pero sólo, notablemente, cuando han aprendido que su utilidad no deriva de su posición ni de sus habilidades, sino más bien de Su presencia en sus vidas. ¿No es extraño que tengamos tanto respeto por la sabiduría del mundo, cuando Dios piensa tan poco de ello? Jesús una vez dijo: “lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación” (Lucas 16:15b), y todo lo que Pablo está diciendo aquí parece fluir de ese hecho. Dios obra en distintas formas, y lo que los hombres valoran mucho y enfatizan como tan necesario es a menudo dejado de lado por Dios; es una abominación delante de Dios.
Gracias, Padre, que aunque no había nada que elogiar en mí, Tú me has llamado a ser Tu hijo.
Aplicación a la vida
¿Basamos nuestra valía en el mensaje de la cruz, o en la sabiduría del mundo? ¿Cuál es la diferencia esencial entre la sabiduría de Dios en comparación con el sistema legalista del logro humano?